No es fácil exponerlo sin tener en cuenta la tragedia que está asolando al mundo, pero siguen en pie las ciudades como si nada ocurriera, como si un virus a veces mortal fuese pecata minuta ante la grandiosidad de la primavera que las revitaliza, ante cualquier pradera de sus alrededores, ante cualquier paseo marítimo, ante la floración y los frutos. Como si ninguna desgracia ni mancha pudiera vencer su imperio arquitectónico, histórico y cultural.
Ahí siguen sus edificios y sus parques, altivos sus árboles, orgullosas sus piedras, intacto su cielo y su horizonte, ruidosos y alegres sus ciudadanos.