Aunque todos los escritores del mundo hayan escrito sobre el mar y mil artistas lo hayan retratado, el mar sigue siendo esa naturaleza que supera todos nuestros intentos de abarcarla.

Este es el momento del año en que millones de ciudadanos españoles y extranjeros sueñan con el mar como de niños soñaban con un pastel de cumpleaños. Programando vacaciones o estimulados por el buen tiempo, los habitantes de zonas no costeras y hasta los que viven en la costa, anhelan adentrarse en las aguas del mar durante al menos unos días o unos meses, cumpliendo con un ritual de inmersión en sus orígenes.

Hay quienes viven el mar todo el año, pero la mayoría de la población mundial no puede, porque viven en el interior, alejados de este milagro del palneta. Y por eso desean acercarse a las costas al menos una vez cada año.

Pues bien, ya casi ha llegado el momento de cumplir el sueño. Tal vez, con restricciones y normas. Pero quimera posible.

Sin embargo, en este momento histórico de confinamiento y medidas de control, en cualquier país, el mar pudiera parecer una postal o un paraíso inalcanzable, allá lejos, tras alambradas invisibles, aislado por las normativas, impedido por vuelos cancelados, anulaciones y retrasos. Y viajes irrealizables. Obstáculos derivados del control de la pandemia.

El mar se ha convertido en una utopía para millones de personas, un objetivo que se plantea como un reto o una meta casi inalcanzable.

Sin embargo, todo puede cambiar. Defendemos la utopía y la posibilidad de alcanzar los sueños y planear ya, en este instante, lo que más nos motiva.

Las costas están de momento en periodo de recuperación, abriendo algunos bares y chiringuitos, instalando accesos y duchas. No se descarta que en un mes o dos se abran al público y al turismo, de forma moderada y controlada.

Millones de personas siguen los diarios y las noticias sobre el coronavirus para saber si pueden hacer realidad su sueño.

Millones de niños alistan sus flotadores y bañadores con esa ilusión incomparable de su juego en las aguas.

Millones de adultos intentan buscar un resquicio de oportunidad para desplazarse a la costa.

Los niños necesitan el mar para su crecimiento en la naturaleza. También ríos, montañas y lagos dialogan con su hábitat y se ofrecen a acogerlos.

Los adultos necesitan la salinidad de la brisa y de los baños de mar para encontrarse con su vida interior.

Un simple paseo por la arena reconcilia con tanta inquietud e incertidumbre que nos amenazan.

Y cada cual necesita su mar interior.

Todos los mares del planeta han merecido mil descripciones, poemas y alabanzas, todos los mares han sido el recorrido de imperios, colonizadores, descubrimientos y gente común que durante siglos se dedicaron al intercambio comercial y humano entre zonas divididas por océanos y mares.

Todos los mares siguen aquí para que los surquemos en nuestro beneficio.

Todas las aguas consagran sus orillas para invitarnos a la humanidad.

Todas las playas están a punto de abrirse a los sueños.