Mayo abre sus puertas y ventanas. No todavía de par en par. Pero las abre sin límite a los campos y la atmósfera, a los prados y las flores, a la calle vigilada, con horarios estrictos por tramos de edad. Las abre con mucho cuidado a los niños, a los mayores y a todos ciudadanos. Mayo permite entornar las puertas en este confinamiento, abrir de puntillas la salida al mundo, con prudencia pero con el valor de un mes que siempre nos regala el amor por el entorno y los otros. Habrá que acostumbrarse a este nuevo sistema transitorio, que nos empuja a vivir pero cuidándonos.
Si evocamos aquellos mayos abiertos: las cruces, los patios de Córdoba, las manifestaciones del 1 de mayo, la invitación a las playas en la costa, la apertura de piscinas públicas, el esplendor de las terrazas de bares o la eclosión de las flores, sufriremos un ataque de nostalgia.