La paz: paloma en rebeldía

Palomas al vuelo, aves okupas de todas las ciudades. Palomas en cada parque, tejado, terraza, plazas y calles. Aunque símbolos de la paz y la armonía, las palomas han declarado la guerra a nuestro entorno urbano, compitiendo con el hombre por ocupar todo el espacio. Ya no se distingue si tenemos un problema con las palomas o con nosotros mismos. Si lo meditamos un momento, tal vez las palomas están librando su propia batalla: nos invaden, ofendidas y en rebeldía, por traicionarlas desde hace siglos, por usar su imagen en vano, por hablar de paz en su nombre, cuando esa palabra resulta mentira. Comienza un año y hay que hacerla verdad.

Recordemos que, en la Biblia, Noé soltó una paloma del arca, tras el Diluvio, para saber si ya se habían secado las aguas. La paloma regresó a los siete días portando una rama de olivo. Así, con esa metáfora, volvía a comenzar la vida, pues el Creador estaba en paz con su pueblo. Pues bien, el 21 de cada septiembre  se proclamó el Día Internacional de la Paz, por acuerdo en 1981 de la Asamblea General de las Naciones Unidas.

Motivos para la felicidad en este año

Feliz 2020, proclamamos, pero por qué y para qué. Tanta felicitación no debe ser en vano. Felicitamos un año, pero sobre todo celebramos un espíritu para no ceder ni un palmo en nuestro futuro.

Pensemos bajo el signo de los sueños. Vida nueva, año nuevo, proyectos por concretar, hijos y nietos por nacer.

Pensemos con el aura y la luz de un auténtico sueño, que todos tenemos, porque vivimos de esperanza y de sueños posibles. Pensar un sueño y soñar un pensamiento.

No estamos locos, sabemos lo que queremos. Y sabemos imaginar más allá de la lógica y de las necesidades. Con los pies en la tierra, soñamos y hacemos cada día un camino hacia lo que imaginamos como necesario para ser feliz.

¿Cuánto sabemos?

La sabiduría pudiera considerarse como virtud exquisita que algunos pocos han adquirido y por eso destacan en distintas disciplinas: ciencia, política, filosofía. Los grandes sabios de las ciencias y las humanidades escriben libros, proponen teorías, desvelan descubrimientos, resultan premiados, reconocidos y seguidos en nuestra cultura por méritos propios. Casi todos han cambiando el rumbo de la historia, han mejorado las condiciones de vida y pretenden nuestra supervivencia de hombres en un planeta privilegiado. Pero la sabiduría se reconoce no solo en las grandes obras, sino en lo que cada cual aporta al mundo, todos los hombres como hormigas contribuyendo al progreso.

¿No es sabiduría la de ese labrador que reconoce la fertilidad de su tierra, el riego que necesita cada cultivo, el tiempo de maduración de cada fruto? ¿No es sabiduría la de esa madre que distingue los llantos y conoce qué alimentación necesita su hijo? ¿No es sabiduría la de cualquier empleado que conoce los plazos y horarios, el funcionamiento de su ordenador y sus programas, las herramientas de su trabajo, los ingredientes que aderezan su producto?

Cuéntame un cuento… de Navidad

Una pequeña cerillera hambrienta, muerta por causa del frío, que antes de su final prendía fósforos el último día del año a la búsqueda de calor. O aquel soldadito de plomo sin pierna, tan enamorado de su bailarina que giraba sobre una pierna, iguales en su destino de figuras estáticas, acaso juguetes imperfectos, iguales en su amor y su destino. O aquellos niños de La reina de las nieves. Cuentos de Andersen que nos durmieron y nos despertaron a la compasión y la ternura. Entre todos esos cuentos, muchos nos hicieron soñar o emocionarnos hasta el llanto. Así también el Cuento de Navidad de Charles Dickens o las Cartas de Papa Noel de Tolkien. Y aquel que nos desveló la crueldad del abandono en un bosque de Hansel y Gretel de la mano de un padre hundido en la pobreza, que narraron los hermanos Grimm.

Niños de Año Nuevo

Miramos sus sonrisas: la aurora del nuevo siglo, el paisaje que se extiende desde sus ojos hacia todo lo que les espera, la belleza inmaculada en su piel, en sus gestos tan recientes. Y así vislumbramos más lejos que el día de hoy mismo, con su horizonte de hormigón y cielo raso oscuro. En ellos al fin presentimos la vida por delante, solo vida que crece como árboles recién plantados cuando les nacen las hojitas verdes.

Porque estos niños son nuestro futuro y por eso procuramos que nuestro abrazo no les falte. Nunca, nunca podemos rendirnos ni fallarles. Y cuando el peso de la adversidad nos exceda, volvamos a esta imagen de los niños correteando, durmiendo, iluminados por la alegría. Entonces sentiremos la fuerza creciendo en nuestras manos, en las suyas pequeñas.

Regalos de Navidad: los imprescindibles

Una pluma clásica, unos calcetines con tiernos motivos, el libro que esperamos, una corbata, un pijama nuevo, una termomix, muebles para renovar la casa, un viaje exótico o tal vez al pueblo de la infancia, una muñeca, un balón de reglamento, un perfume francés, el mejor jamón ibérico, una cesta de Navidad, un diario para escribir llo íntimo, el disco favorito, una alianza para estar juntos, una entrada al teatro o al concierto que más nos gustan, un collar de diamantes o de perlas.

Mil regalos que se ofertan en el mercado, mil posibilidades de contentar a los más cercanos. El regalo es una muestra de cariño y empatía, una forma de saber y hacer saber que pensamos en el otro. Pero tal vez debemos elegir regalos imprescindibles, los más originales y sencillos, casi sin coste alguno.

El útero de la certidumbre

Hoy, aquí, en este instante, con los ojos cerrados, sumergido en el líquido amniótico

del Hammam perfumado, la claridad debajo de mis párpados que, como bien dijo Claudio, viene siempre del cielo traspasando los óculos estrellados de la bóveda, me doy cuenta.

 

Lo sé de esa manera explosiva y sencilla en la que algunas veces

nos damos cuenta de que estamos vivos: esta es la misma agua, esta es todas las aguas.

Es el agua que bebió mi madre y que dio origen a aquel líquido cerrado y primigenio

en el que buceaba durante los primeros meses de mi vida.