Como siempre, queremos seguir cerca del mundo de la cultura. Aprovechamos cualquier ocasión para acercarnos y acercaros al arte, al fin y al cabo no en vano somos Cultura del Agua, del Cuerpo y de la Hospitalidad. La iniciativa para este invierno ha sido seleccionar un pintor de reconocida calidad que represente el invierno desde cada una de las localidades donde se encuentran nuestros centros: Mika Murakami para Granada, Francisco Vera para Córdoba, Madrid con Ninoska y Leo Peralta en Málaga. Hemos pedido a cada uno de ellos que nos hablen sobre su obra y de paso para que podamos conocerlos mejor.
Celebramos el día de Andalucía sin apenas conocernos entre provincias. El 28 de febrero, día de la patria, se fija en nuestro calendario festivo, pero no pensamos en lo que de verdad significa. Andalucía no es solo un territorio, cultura o chistes fáciles. Se trata de una Comunidad que ha dejado historia, literatura, geografía y belleza en su interior y la ha exportado a todo el mundo. Se ha ganado gran respeto. O más claro, sus habitantes se han ganado el respeto durante siglos, desde que sus múltiples pobladores la fueron vistiendo de gloria y convivencia.
Andalucía no es solo la fama mundial de Sevilla o de Málaga, el patrimonio de Granada y Córdoba, Ronda, Antequera, Carmona o Jerez, la singularidad de Cádiz, el crecimiento de Almería, la reconditez de Jaén y Huelva, la perpetuidad de Baeza y Úbeda. Andalucía son estas ciudades y además todas sus poblaciones, sus costas, sus montes, sus dehesas, sus desiertos y sus praderas.
“Y volver, volver, volver… a tus brazos otra vez”, esa ranchera que cantaba Vicente Fernández, compuesta por el mexicano Fernando Maldonado: https://www.youtube.com/watch?v=ugNQ5uIN09Q. Claro, era esto, volver a los brazos del agua quieta, caliente, fría, templada, en vapor, acariciándome manos que relajan e insuflan vitalidad. La paz, el equilibrio. No se trata de un juego, un lujo o un capricho, una experiencia turística, un sueño que se cumple una vez y no más. El agua y las termas no son flor de un día, sino costumbre, tradición, encuentro con el yo, necesidad personal de hallazgo con la naturaleza y elevación del espíritu. Debo volver volver al Hammam cuando lo necesito, cuando el tiempo acucia y acecha con su estrés y sus obligaciones, cuando la existencia pesa y las preocupaciones me dominan, cuando se presenta la sequía física o intelectual. Volver será la meta a la que llegar y desde la que continuar este largo camino hacia el interior.
¿Por qué febrero para celebrar el amor? El 14 de este mes es San Valentín. Merece la pena revisar este concepto para conocer su evolución hasta nuestros días. Desde la fiesta pagana de los romanos dedicada a la fertilidad hemos devenido en una fiesta católica. La esencia no cambia tanto, solo mudan sus símbolos y su significado, la conducta y la libertad.
Para el comercio, es día señalado para vender productos desde semanas antes: perfumes, joyas, ropa, caprichos, bombones. Y más, siempre más. Para nosotros, tal vez sea presente para reflexionar sobre el concepto del amor y sobre nuestra compañía, en la que encontramos acaso algo parecido al amor. O tal vez amor de verdad. Regalo de vida y futuro.
En la película reciente Dolor y gloria, de Pedro Almodóvar, hemos podido contemplar bellísimas imágenes de la vida de una familia viviendo en una cueva blanca y luminosa. Tanta evocación no resulta en vano. La realidad se impone, porque no es ficción sino verdad. En Granada tenemos uno de los ejemplos más significativos de esas cuevas habitables: el Sacromonte, un barrio en la periferia oriental de la ciudad, lindando con el Albaicín y el Realejo, frente a la Alhambra.
Ha sido el barrio por excelencia de los gitanos granadinos, que moraban en las cuevas. Y todavía se conservan joyas para la visita y el ensueño, abiertas al público, como el Centro de Interpretación del Sacromonte-Museo de las Cuevas que se halla en su estado original, además de otras once cuevas que explican la historia y la forma de vida de sus habitantes.
Lo único seguro de la naturaleza, y de nosotros como una parte importante de ella, es el cambio. Las estaciones se suceden cambiando los paisajes, las temperaturas, los objetivos, los hogares, las calles, los comercios. Todo.
Por eso proponemos vivir las estaciones inmersos en sus características y elementos, modificándonos y adaptándonos a su significado, porque también somos criaturas de la naturaleza, en la que forjamos nuestra identidad desde el origen primero, que es el agua. Así podemos vivir las estaciones, viviéndonos al ritmo que ellas tocan su música.
Así empezaba el poema Canción de otoño en primavera de Rubén Darío, como lamento y dolor por los años que huyen sin poder encerrarlos en una jaula que los preserve.
¡Esa juventud! Una etapa fugaz pero irreemplazable para el funcionamiento del planeta. Solo la juventud explora los confines, solo la juventud se atreve sin rémoras, pues no entiende la vida sino como comienzo que no atisba su fin.