El viejo dios
La había amado mucho. Tanto que, durante un tiempo, estuvo
convencido de que envejecería a su lado. Pero después la vida les falló. O ellos
le fallaron a la vida. Así que se separaron aún jóvenes, sin rencor ni motivos
para el reproche. A pesar de vivir en la misma ciudad, y sin duda porque ambos habían
eludido los lugares para un posible reencuentro, Vergara llevaba diez años sin
ver a Juliana. Eran sensatos. Sabían que el pasado, una vez enterrado, no debe
exhumarse.
Y entonces sucedió aquello.