La creación de jardines botánicos andalusíes se inició en Córdoba y alcanzó su máximo esplendor en la Alhambra. Su origen está profundamente ligado a la agricultura. Pero también a la farmacología y la nostalgia. Te contamos más en este artículo.
Si alguna vez has visitado el Generalife, la Alcazaba de Málaga. O has disfrutado de las inmediaciones de Medina Azahara, o el Carmen de los Mártires (Campo de Ahabal)… habrás experimentado la magia de pasear entre granados, rosas, jazmines, palmeras, aloes… Y sentirte transportado a una época de califas y princesas.
En Al Ándalus, la transformación del terreno para adaptarlo a la agricultura siempre aparejó una transformación creativa de la naturaleza. Además, la necesidad de cultivar y experimentar con las propiedades curativas o paliativas de algunas plantas por parte de los médicos. Cuyas instalaciones estaban en las residencias califales, desarrolló la botánica. Sin olvidar los jardines y huertos, auténticas obras arquitectónicas de los palacios andalusíes. Es decir, los jardines de Al Ándalus cumplían esta triple funcionalidad: agrícola, científica y recreativa.
El jardín andalusí, la experimentación agraria
Respecto a la agricultura, estos jardines sirvieron como escenario de experimentación de técnicas de cultivo. Además de recolección, y prueba de la capacidad y propiedades de la tierra. Es decir para saber si ciertos árboles y plantas podían ser cultivados en Al Ándalus. Se estudiaron herramientas y aclimatación de especies. De alguna de estas técnicas ya os hablamos en esta entrada.
El jardín andalusí y la medicina: botánica y farmacopea
En relación a la medicina, se introdujeron y cultivaron numerosas plantas. Ya os hablamos de su gran desarrollo en Al Ándalus en nuestra anterior entrada. Se experimentó con propiedades y combinados. Preparaciones como jarabes, ungüentos, infusiones, destilados, etc. Recetas que se recogieron en compendios llamados farmacopeas. Se descubrieron propiedades medicinales de una gran cantidad de hierbas, como el poleo, la menta o la manzanilla y otras plantas como el aloe. Otras muchas de estas hierbas se trasladaron a la gastronomía. Por lo que en la cultura culinaria de tradición andalusí existe una gran utilización de especias.
Esto propició un gran desarrollo de la industria conservera. Es decir, se recogieron fórmulas para la creación de jarabes y ungüentos medicinales. Aguas de flores para la cocina y perfumes. Secado de productos hortofrutícolas, incluso mermeladas y confituras. En este sentido, las ciudades de Al Ándalus llegaron a contar con grandes excedentes de producción. Que dieron lugar a convertirse en exportadores de productos que, hasta entonces, ni tan siquiera habían existido en la Península. Es el caso de el azafrán. De este modo, es interesante rescatar una curiosa noticia del Centro Virtual Cervantes. Ya que asegura que ya en el año 936, el califa Abd al-Rahman III “envió a su aliado norteafricano Musa Abi-l-Afiya telas y víveres. Entre los que destacamos 300 envases de higos.”
El jardín ornamental de los palacios andalusíes
En cuanto a los jardines palaciegos, se cree que el origen se encuentra en Siria, desde donde esta tradición fue importada por la dinastía Omeya. Este linaje ya había creado en su ciudad natal jardines con fines experimentales en sus almunias, residencias veraniegas, donde trataban de aclimatar plantas llegadas desde diversos lugares del mundo. Posteriormente, cuando Abderrahman ibn Muawiya, El Inmigrado, llegó a Al Ándalus, como primer emir independiente, creó un jardín similar reflejo de la nostalgia hacia su origen.
Esta afición fue conservada por los siguientes soberanos omeyas. Y más tarde imitada y perpetuada por los emires de las taifas, quieres crearon exuberantes jardines botánicos en las inmediaciones de sus residencias. Como último dato, destaca que para el cuidado de estos lugares de recreo los gobernadores contrataban geóponos, científicos semejantes a lo que hoy serían ingenieros agrónomos, que se convirtieron en Jardineros Reales.
Los jardines andalusíes eran una simulación del Paraíso prometido. Todo cuando habitaba en ellos estimulaba los cinco sentidos. Desde el canto de los pájaros, el murmullo del agua que los recorría, el sabor de sus frutos, hasta la fragancia de sus flores. Los olores que impregnan Hammam Al Ándalus proceden precisamente de esos aromas de las flores que crecían en esos jardines andalusíes.
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