
Al evocar el baño como acción para la higiene personal, inmediatamente viene a nuestra mente una serie de elementos básicos que acompañan a esta experiencia casi de manera inevitable.
Uno de ellos es, qué duda cabe, el jabón. Existen documentos que mencionan el uso de materiales jabonosos desde la antigüedad. Su precursor más remoto , proviene de la antigua Mesopotamia, concretamente en la civilización sumeria. También los egipcios hacen alguna mención a esta sustancia en algunos de sus papiros y los franceses se atribuyen ese descubrimiento a sus druidas , quienes fabricaron los primeros ungüentos limpiadores.
Sea como fuere, no cabe duda de que fueron los romanos los que empezaron a fabricarlo de forma continuada y lo usaban cotidianamente en sus baños. Se cuenta que descubrieron la saponificación de la manera más curiosa. Fue a partir de los restos de cenizas que se producían tras el sacrificio de diversas bestias, práctica muy habitual en aquel tiempo. De hecho, una leyenda romana narra cómo de manera totalmente causal se tuvo acceso a las propiedades de esa extraña pasta que aparecía en los cuerpos. El origen del término se sitúa en la creencia de que en el “monte sapo”, donde se sacrificaban a los animales, era el agua procedente de la lluvia la encargada de llevar las cenizas del volcán y mezclarla con la grasa animal. Esta mezcla tan casual llegaba hasta el río Tíber. Una vez en sus orillas, las lavanderas poco a poco fueron descubriendo cómo la ropa quedaba más limpia si la mezclaban con ese extraño compuesto que se encontraba en las aguas del río
Pasaron algunos siglos y, concretamente en el IV. d.C empezaron a producir ese agente limpiador. Lo utilizaban tanto para el cuidado de las prendas como para la limpieza del cuerpo (mezclando el sebo animal con las cenizas) y produciendo una masa blanda. Ese es el antepasado más parecido a lo que ya hoy conocemos como jabón.
En la época de Al- Ándalus, los árabes lo introdujeron en Europa y crearon la primera industria jabonera en Sevilla. Estaba ubicada en la calle Castilla de lo que hoy es el barrio de Triana. Denominaron a estas fábricas “Las almonas”.
Las ventajas que aporta el jabón sobre la piel, al igual que los productos artesanales fabricados con ingredientes naturales son de sobra conocidos para tener una piel más suave y saludable, como el jabón de uva roja. Antiguamente mezclaban el jabón con arcilla a modo de exfoliante.





Córdoba puede presumir de haber sido una de las ciudades más importantes del mundo. Hace varios siglos ya, pero en el siglo XV, la ciudad ubicada al pie del Guadalquivir fue el referente de toda una civilización cuyo legado todavía pervive y muchas de sus esencias todavía continúan vigentes.
Durante su mandato, se construyó la Gran Mezquita de Córdoba (Aljama). En el rosario de anécdotas que riega la impresionante historia de este monumento, hoy signo de identidad de toda Córdoba, figura que llegó a ser un centro de peregrinación musulmana: ya que se decía que en su interior se conservaba el brazo de Mahoma. La Mezquita es un espectáculo visual, para quienes tienen el placer de visitarla y poder contemplar el archiconocido bosque de columnas de mármol y los ornamentados arcos de piedra blanca y roja. Cronistas de todas las épocas se han referido a ella como “el templo musulmán más hermoso del mundo”. En su interior, podemos encontrar el Minarete y el maravilloso patio de los Naranjos. En la actualidad es la segunda mayor mezquita del mundo tras la Kaaba de la Meca.



