Hoy, aquí, en este instante, con los ojos cerrados, sumergido en el líquido amniótico

del Hammam perfumado, la claridad debajo de mis párpados que, como bien dijo Claudio, viene siempre del cielo traspasando los óculos estrellados de la bóveda, me doy cuenta.

 

Lo sé de esa manera explosiva y sencilla en la que algunas veces

nos damos cuenta de que estamos vivos: esta es la misma agua, esta es todas las aguas.

Es el agua que bebió mi madre y que dio origen a aquel líquido cerrado y primigenio

en el que buceaba durante los primeros meses de mi vida.

Son las mismas caricias, igual temperatura, la levedad perfecta.

Siento la luz extraña de las velas, una música suave que penetra en mi cuerpo como entonces… todo aquí fue perfecto, porque siempre fue aquí, siempre es allí.

“Oh, claridad sedienta de una forma”, incertidumbre, única cosa de proporciones míticas a la que tenemos acceso cotidiano. Solo al agua le ha sido concedido el elevarse. Abandonar la tierra. Separarse del barro que endurece

y afirma las pisadas de los hombres.

Formar parte del cielo y alejarse. Huir sin dejar rastros… sólo el agua,

alma sola, sin cuerpo, revive sin cadáver.

Pero no tú, no yo, polvo con forma amasado en el fango de los días.

Ese pequeño gesto de cerrar los ojos y saberse una parte indistinguible

de esta agua en la que estoy inmerso recompone todas las conexiones de mi mundo.

En el milagro de su inconsciencia, en ese ir apartando su quietud suavemente,

realizo este viaje hacia todos los tiempos, me sumerjo,

soy silencio atrapado en su silencio.

Soy recuerdo atrapado en su recuerdo.

 

Los recuerdos se ofrecen como pistas, como migas de pan para volver a algo que ni existe en el momento real que lo produce ni ha existido nunca en ese territorio

al que siempre desean conducirnos.

Ocurrió en otro tiempo. Allí, en aquel espacio ahora intransitable,

ocurrió aquí y ahora, porque siempre fue aquí, siempre es allí.

Llegas tarde, fantasma de la infancia.

Los pájaros comieron las migas de aquel pan que fui dejando por el camino andado

para saber volver.

Alejandro Céspedes