Letrista de cantantes como Luz Casal, gestor cultural, creador incesante de proyectos y sobre todo poeta, Alejandro Céspedes (Gijón, 1958) ha dado a la imprenta algunos de los mejores libros de poesía de las últimas décadas, muchos premiados y algunos seleccionados en las listas de la crítica especializada.

Si está considerada su propia obra, por su originalidad al margen de tendencias y su riesgo llevando al límite las posibilidades del lenguaje, no cabe olvidar su trabajo en la dirección de espacios escénicos, programación, producción y distribución en eventos de Madrid, como el Festival de Otoño, los Veranos de La Villa y el Teatro Fernán Gómez.

Además, como aspecto renovador, desde 2008 ha desarrollado un interesante trabajo en la video+poesía y la poesía escénica con la dramatización y puesta en escena de vídeo-espectáculos para las lecturas de los libros. En sus vídeo-proyectos iniciales utilizó la técnica de patchwork, en ellos conviven grabaciones realizadas con el móvil, extractos de anuncios de TV, documentales, películas, así como multitud de contenidos generados por usuarios anónimos de Internet. El uso del apropiacionismo en estas obras genera con las imágenes una nueva sintaxis generando un discurso simbólico y conceptual que actúa sobre su obra literaria y amplía su significación. Las caricias del fuego es una película de una hora de duración que trata sobre los abusos sexuales en la infancia, realizado a partir de textos de su libro homónimo.

Entre sus publicaciones, citamos solo algunas: Las caricias del fuego, Voces en off, Topología de una página en blanco (elegido como uno de los mejores del año 2012 en El País y de 2011 en El Mundo), Flores en la cuneta (Premio Jaén de Poesía, durísimo ejercicio lírico que indaga sobre las víctimas de los accidentes de tráfico), Los círculos concéntricos (Premio de Poesía Blas de Otero y Premio de la Critica de Asturias), Y con esto termino de hablar sobre el amor, Hay un ciego bailando en el andén, Las palomas mensajeras solo saben volver (Premio Hiperión) y James Dean, amor que me prohíbes. Como se observa, ya estos títulos por sí mismos, tan diferentes como bellos, alumbran formas y contenidos.

La poesía, en fin, debe configurarse en un espacio en que confluyan el asombro, la emoción y los sublime. En este sentido, Alejandro Céspedes resulta siempre distinto en cada poemario y siempre con la misma capacidad de maravillar e implicar al lector. Poesía diferente y deslumbrante, a veces narrativa y otras íntima o filosófica, que se aleja de las convenciones líricas para adentrarse en los mil caminos que ofrecen los temas y los lenguajes contemporáneos, así como nos invita a seguirlo cuando dice: “No tengas miedo. Ningún átomo de mí te pertenece. Yo soy el viaje” y también cuando nos advierte lo siguiente: “porque regresar es perder y avanzar es ir perdiendo/ hay que ser cautos”.