Sube por esa rampa de tu existencia hacia la luz permanente de tu vida, porque siempre es luz, incluso si parece que se apaga o tiembla la llama de la vela por un viento inesperado. Sube sin detenerte en lo insustancial ni en los obstáculos que cada cual se encuentra en mitad de su vereda. Sube mientras tocas con paciencia el borde de la orilla y las flores de cada estación que brotan a cada lado, o los árboles que dan sombra o los guijarros al pie de un arroyo de amor y sabiduría.

Has gastado más de la cuenta en regalos, cenas, amigos o celebraciones de fin de año. Tal vez. Y ahora tus pasos parecen de plomo. Pero nunca pesan tanto que te entierren bajo la tierra. No es verdad, “todo pasa y todo queda, / pero lo nuestro es pasar, / pasar haciendo caminos, / caminos sobre la mar” (Antonio Machado).

Pero ¿no ves que tú vales más que tus deudas?, ¿que tú tienes más que lo que has perdido o invertido? Pero ¿acaso no ves que todo era tan necesario?

Esos juguetes y obsequios que envolviste en papel precioso representaban tu alma emanando y dándose a los otros. Algo de ti ya ha calado en el corazón de los tuyos, aunque ahora no lo veas, aunque sea una pequeña gota de ternura en el cauce de otros ríos.

Las cenas y comidas han sido encuentros de mirarse a los ojos y entenderse o discutir, porque todo forma parte de la convivencia y a veces se nos olvida que también la discrepancia, el dolor y el enojo nos alimentan en nuestro crecimiento. Y, por raros o forzados que hayan salido los encuentros, ahí nuestra razón aprendiendo, ahí compartiendo el pan, los langostinos, el vino y el cava, como nunca en todo un año nos hemos permitido.

Esas compras de última hora han sido aquellas que casi nunca realizamos, porque la prudencia nos ha vencido y hemos pensado mil veces antes de adquirir lo necesario y lo superfluo.

Alégrate por todo este dispendio una vez al año. Ha valido para mucho.

Mira ahora tu horizonte lleno de proyectos y buenos deseos. Sabrás cómo afrontarlo. Vístete de optimismo, ponte el traje nuevo o rocíate de ese perfume regalado o anúdate esa corbata o bufanda que alguien pensó para ti.

Como un talismán de año nuevo, aprieta en tus manos la pequeña materia que te da fuerza: un jabón, un lápiz, una piedra, una naranja, un broche, un grano de arroz, una lenteja, un detalle cualquiera que despierte tu energía.

Nunca olvides quién eres, qué quieres, adónde te diriges, por qué luchas, para qué vives y quién o quiénes te esperan al final de tu camino. Sobre el mar del poeta, allí tus pasos.

Como decía el poeta José Agustín Goytisolo en sus Palabras para Julia: “Nunca te entregues ni te apartes/ junto al camino, nunca digas / no puedo más y aquí me quedo”.

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