Ben Clark: contar cantando

Contar emociones como sencillos cuentos que todos quieren aprender, con un lenguaje realista que sin embargo asume la magia y el temblor de la lírica. Es decir, contar y cantar, queriendo querer. Así es la poesía de Ben Clark (Ibiza, 1984), un escritor y traductor de origen británico que vive en Málaga, cerca de las playas de El Palo y que ha conseguido dedicarse plenamente a la literatura, comenzando a escribir muy joven. Con solo veintidós años obtuvo el Premio de Poesía Hiperión con un vistoso poemario titulado Los hijos de los hijos de la ira, en referencia a una generación hippy, de la que él mismo es vástago.

Así, desde su propia identidad hasta la sublimación de las ideas y la exposición de un mundo en crisis, al que hay que pasar revista para rescatar lo verdaderamente importante, lo que nos hace humanos, Clark destila poemas en un alarde contenido y capaz de trascender los sentimientos y las relaciones, siempre desde un punto de vista muy contemporáneo.

Crónica de las Perseidas 2019

Pese a que la luna, prácticamente llena, nos jugó una mala pasada y también las nubes hicieron acto de presencia para dificultarlo todo, conseguimos pasar  una noche llena de magia y de deseos para casi todos en todas las localizaciones elegidas para observar la lluvia de estrellas del verano de 2019. Te contamos cómo fue la actividad «Báñate en las estrellas 2019».

Platero conquista la Luna

Ese pedrusco allí arriba, mítica redondez de mil romances, sugiriendo pasajes literarios, prendiendo la llama de los sueños. “Platero, no sé si con su miedo o con el mío, trota, entra en el arroyo, pisa la luna y la hace pedazos”, escribía Juan Ramón Jiménez en Platero y yo (1914), relato en el que siempre la Luna proyectaba la historia de un niño de pueblo andaluz. Presente cada noche de cada vida, la Luna tiene poderes: puede cambiar el ánimo según su estado creciente, lleno o menguante, alumbrar veredas o hacerlas intransitables, arropar idilios o impedirlos.

Gazpacho andaluz: gloria de verano

Sin América no hay gazpacho. Quién lo diría. Tan andaluz como deudor de allende los mares. Sin tomate y pimiento, no hay gazpacho. Estos dos ingredientes son la base junto al aceite de oliva; luego ya cada cual lo hace a su manera: con pan o sin pan, con pepino o sin pepino, con vinagre o con limón, con ajo o sin él, con cebolla o no, con sal o nada de sal. Aunque reconozcamos que sin ajo, sin pan, sin pepino y sin sal, pierde su esencia. Imprescindibles, eso sí, son muchos tomates y que esté bien fresquito.

Cine de verano: una educación sentimental

Cine al aire libre para niños, jóvenes, maduros y ancianos. Durante más de un siglo, el cine de verano ha ofrecido aliento, ocio, encuentros de piel, emociones y educación a muchas generaciones. Y sigue siendo un referente cultural y humano en nuestro país, gracias a ese invento mediterráneo del cine de verano. Aunque en realidad sus orígenes datan de 1921 cuando se practicó por primera vez en Texas y luego se popularizó en todo Estados Unidos con el llamado autocine: una gran pantalla que podía verse desde los asientos de los coches en el parking.

Feria de Málaga: la mejor fiesta del verano

Este año se celebra del 15 al 24 de agosto. Semana grande en Málaga, con miles de turistas y propuestas para disfrutar de día y de noche, transitando de la playa al Centro, del merendero al recinto ferial, de los espetos de sardinas a la caseta con vinito dulce, del bikini al traje de faralaes. Así es Málaga, distinta en todo, hasta en su Feria, biznaga blanca que ofrece aroma y estallido de verano.

Comenzó para celebrar la toma de la ciudad por parte de los Reyes Católicos en agosto de 1487, y para festejar a la patrona, la virgen de la Victoria. Desde entonces, pasó por distintos lugares de celebración (el Muelle de Heredia, el Parque, el Real). Entonces, no dejaba de ser una pequeña fiesta ciudadana, un espacio mínimo para la felicidad de sus ciudadanos en pleno verano. Pero ya ha crecido y ya no es solo una fiesta local, sino universal.

Viaja a otros mundos con Fitur 2018 y Hammam Al Ándalus

Los sueños: En busca de Ítaca

“Morir, dormir, tal vez soñar. Sí, ese es el estorbo; pues qué podríamos soñar en nuestro sueño eterno ya libres del agobio terrenal, es una consideración que frena el juicio”, decía el personaje Hamlet (Shakespeare, 1599-1601).

Soñar es el primer y último refugio del ser humano. Tan necesarios los sueños como el agua que nos hidrata y el pan que nos nutre, tan imprescindibles los sueños para el desarrollo íntimo de perspectivas y esfuerzo que sin sueños nos quedaríamos convertidos en objetos inanimados, acaso minerales, incapaces en la dinámica de movernos en la búsqueda, sin impulso esos motores que mueven el mundo: ambición, arte, futuro, amor, descendencia, ganas de echarle un pulso al tiempo y retarlo para que nos venza.