Padre solo hay uno

Con la película La vida es bella (Roberto Benigni, 1999) evocamos la figura de un padre marcado por la tragedia del holocausto que, sin embargo, cuida a su hijo con amor y juego para que viva la experiencia como una aventura. No cabe mayor entrega e imaginación que la de ese hombre que desea salvar a su hijo del infierno de la Segunda Guerra Mundial, como si no hubiera pasado por ella.

Pero no es la única muestra de la figura del padre como héroe y ser humano grandioso y contradictorio. Desde el cine, como documento audiovisual del último siglo, hay cientos de filmes maravillosos en los que se analiza el paradigma paternal desde ángulos diversos: del peor al mejor, del tierno al perverso, del consciente y comprometido al ausente.

Resulta necesario considerar que la presencia y las funciones del padre han ido evolucionando con las décadas hasta hoy mismo. Y que estamos en un presente de objetivos mayores. Para ilustrar este cambio, vamos a reseñar algunas películas míticas que han ofrecido la pluralidad del rol paterno, para volver a verlas con ojos muy abiertos.

Una historia del Bronx (Robert de Niro, 1993) presentaba a un padre honesto que intentaba educar a su hijo en un barrio presidido por gánsteres, donde el vástago dudaba entre la familia biológica y la mafiosa.

En El ladrón de bicicletas (Vittorio de Sica, 1948) asistimos a la visión de un padre angustiado por su situación económica de clase, en permanente miseria, mientras su hijo lo acompaña.

La estremecedora En el nombre del padre (Jim Sheridan, 1993) plantea la desgracia compartida por padre e hijo en el terrorismo de Estado practicado por el Reino Unido con el asunto del IRA.

No dejamos de llorar en Kramer contra Kramer (Robert Benton, 1980), cuando un padre asume su verdadero papel tras el abandono de la madre. Su lucha por la convivencia con el niño y por reivindicar su derecho a la custodia nos enternece y nos descubre otra paternidad.

Más terrible es el papel del padre en Billy Elliot (Stephen Daldry, 2000) en la que vemos cómo un padre es capaz de renunciar a sus principios sindicales en su propio beneficio con el solo objetivo de ofrecer a su hijo la posibilidad de salir adelante en la danza.

Hay padres malos. Un ejemplo sobrecogedor lo encontramos en El Bola (Achero Mañas, 2000), en la que indigna el maltrato brutal de un padre sobre su niño. Sin motivos, el maltratador infantil con toda su crudeza.

Recordemos también a ese padre humillado en Desaparecido (Costa-Gavras, 1982) que busca al hijo en plena dictadura chilena, sin comprender por qué su propio país ha colaborado para instalar un régimen que mata y desaparece a personas libres.

No olvidemos tampoco la conducta paterna de El Padrino (Francis Ford Coppola, 1972), que marca la vida de sus hijos al incorporarlos en las prácticas de su familia mafiosa.

Pero apenas hemos destacado unas pocas personalidades del padre en el cine. Hay miles de películas, novelas y obras de arte que nos permiten analizar la figura paterna en toda su extensión.

El 19 de marzo es el del Padre en España. Para celebrar, para comprender y para amar hay mil ejemplos.