El 8 de marzo lo celebramos o salimos a las calles o hacemos huelga. Somos las mujeres. Y aquí estamos.

Por ejemplo:

Esa mujer que cruza el desierto en busca de agua y además la encuentra.

Esa mujer ingeniera de caminos que proyecta los mejores caminos.

Esa madre que revisa cada poco la frente del hijo enfermo.

Esa mujer que imparte geometría descriptiva en la escuela de arquitectura.

Esa mujer que apresura el paso para tomar el autobús porque nunca llega tarde.

Esa mujer forense que analiza las causas de una muerte.

Esa mujer que conduce el taxi hasta las tantas y te deja en la puerta de tu casa.

La mujer que en su laboratorio identifica el ADN de un asesino.

Esas miles de mujeres matinales frente al ordenador de cualquier empresa.

La mujer científica que ha creado el nuevo medicamento para una dolencia.

Esa mujer que enseña el piso piloto a una pareja y no se olvida de destacar la luz que entra por las ventanas.

Esa mujer que en la sala de partos se ilumina cuando mira a su bebé.

Y la azafata que te tranquiliza si es que tienes miedo a volar.

La periodista que entrevista a un político para dejar en evidencia sus mentiras.

La masajista que te alivia las tensiones de la espalda, del cuello, de las sienes.

La secretaria que pone al día el archivo de un despacho caótico.

La recepcionista sonriente que te atiende cuando llegas al hotel de una ciudad lejana y gracias a ella te sientes menos perdido.

La tierna mujer que cocina para todos los niños de un colegio y a los críos les encanta su comida.

La abogada que te lleva el divorcio o una herencia abintestato o un juicio de faltas.

La señora prodigiosa que limpia en el palacio de los reyes y la que limpia en cualquier parte todo lo que está sucio.

La policía que detiene a un corrupto y la que lo interroga hasta sacar algo de verdad.

La juez que imparte justicia frente a violadores y machistas.

La enfermera que te cura con mucho cuidado las heridas o vela tus latidos en las noches de hospital.

La psicóloga que te escucha para que superes un trauma.

La cajera del supermercado que no se queja aunque hayas llegado a punto de cerrar.

La mujer estratega que diseña una campaña publicitaria o electoral.

La maestra que enseña las primeras letras y canciones y además parece que no se cansa del barullo infantil.

La novelista que ha escrito tu historia favorita y por eso ya estás esperando su próxima novela.

La cineasta que ha rodado esa película tan buena desde otro punto de vista.

La camarera que pone copas hasta la madrugada y aguanta a más de un beodo.

La mujer que vive, que se enamora, que sufre y que ríe.

Y siempre tiene tiempo para todo y mucho más.

Por ejemplo, esa misma mujer que levanta tu corazón y lo lleva a viajar muy alto, por encima de las tormentas.

Por ejemplo, todas.

Porque todas, todas, somos imprescindibles.

 

 

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