Sin polémica, sin batalla, aquí se presenta el Día de la Hispanidad, el 12 de octubre. Somos herederos de un descubrimiento relativo, y también de un expolio, de una conquista, del poder de un Imperio sobre sus colonias, todo lo que implica la historia. Herederos de un aprendizaje sin el cual no nos entendemos, porque recibimos más que impartimos, atesoramos la bella y fructífera esencia de cuanto nos ofrecieron desde esa tierra lejana y maravillosa: América. Tanto le debemos que nos postramos de rodillas ante su magnificencia.

En España se celebra cada año para conmemorar la llegada de Cristóbal Colón al nuevo continente en 1492. Es de desear que se festeje con sentido de fraternidad, no de subyugación; bajo el signo de la hermandad, no de la superioridad. El países de Latinoamérica y en Estados Unidos, esta fecha adquiere otros nombres que se ajustan a sus intereses culturales.

La Hispanidad no es solo España, sino todos los países hispanos del continente América, además de un subterráneo sentimiento de pertenencia al crisol común de millones de pobladores del planeta, a los que une una lengua: el español, fluido y cambiante, alimentado por mil vocablos que vinieron de tierras lejanas para edificar el devenir de un idioma, tantas palabras nos llegaron del otro lado del Atlántico. Y tantas culturas y voces, arte y alimentos, que seríamos ciegos si no vemos la grandiosidad de aquel nuevo continente con veneración y respeto.

La Hispanidad significa tener en cuenta el Quijote, el Cid, la Celestina, el Lazarillo de Tormes, Calderón y Lope de Vega, Lorca, Picasso, pero también García Márquez, Vargas Llosa, Octavio Paz, Botero, Borges, César Vallejo, Frida Khalo, Diego Rivera, Oscar Niemeyer, Neruda, Juana Inés de la Cruz, Octavio Paz, Cortázar y Astor Piazzola, entre cientos de figuras de distintas nacionalidades y diferentes disciplinas artísticas.

Y desde luego tener en cuanta los pueblos que habitaron la Península Ibérica y que gestaron lo que después se unificó y conoció con el nombre de España: íberos, celtas, visigodos, romanos, vascos, griegos, cartagineses, fenicios, germánicos y por supuesto árabes. Todos ellos nos dejaron una huella que llega hasta nuestros días. En el Hammam Al Ándalus, por ejemplo, hemos recreado aquellos baños árabes y los hemos actualizado e incorporado a la actualidad.

Lo hispano: a partir de una lengua y de un Imperio se fue edificando un acervo como entramado de redes en todos los campos: literatura, arquitectura, arte, música, ritos, costumbres y creencias. Intercambio continuo de culturas.

La Hispanidad nunca debería enarbolarse contra nadie, ni como patrimonio de partidos o grupos sociales. Representa un hecho histórico de trascendencia única. Ni es una bandera, sino muchas; ni es conflicto, sino millones de seres enlazados por una lengua y un pasado; ni es solo flamenco y copla, sino también boleros, tangos y rancheras. La celebramos desde sus fuentes y referencias, pero no la erigimos como eslogan o consigna. La lengua nos hermana. No somos más ni mejores que los demás, pero somos hispanos, personas con una identidad plural, sin fronteras, en convivencia y diálogo con el resto de las identidades del mundo.