Si buscas adentrarte en el mundo de la exfoliación en la piel, no te pierdas estos siguientes consejos para iniciarte.
La primavera ya está aquí. A pesar de todo, ha llegado y se ha instalado en el calendario de este marzo, aunque no estemos disfrutándola en las plazas y en los parques. Este año el equinoccio fue el día 20 y nos pilló encerrados en casa, en los trabajos y en los hospitales.
Marzo comienza la fiesta de la naturaleza con el sol que genera frutos y anima a las plantas a florecer. Ya verdecido el campo, ya los árboles con sus hojas verdes y sus flores y frutos a punto, concentrados para eclosionar. Después del frío y las nevadas, este mes transita entre las rachas de mal tiempo y los brillos de la nueva vida. No hay manera de ignorar un mes que antecede a la floración y al buen tiempo. Ay, pero este marzo ya es historia de futuros libros.
Así empezaba el poema Canción de otoño en primavera de Rubén Darío, como lamento y dolor por los años que huyen sin poder encerrarlos en una jaula que los preserve.
¡Esa juventud! Una etapa fugaz pero irreemplazable para el funcionamiento del planeta. Solo la juventud explora los confines, solo la juventud se atreve sin rémoras, pues no entiende la vida sino como comienzo que no atisba su fin.
Una pequeña cerillera hambrienta, muerta por causa del frío, que antes de su final prendía fósforos el último día del año a la búsqueda de calor. O aquel soldadito de plomo sin pierna, tan enamorado de su bailarina que giraba sobre una pierna, iguales en su destino de figuras estáticas, acaso juguetes imperfectos, iguales en su amor y su destino. O aquellos niños de La reina de las nieves. Cuentos de Andersen que nos durmieron y nos despertaron a la compasión y la ternura. Entre todos esos cuentos, muchos nos hicieron soñar o emocionarnos hasta el llanto. Así también el Cuento de Navidad de Charles Dickens o las Cartas de Papa Noel de Tolkien. Y aquel que nos desveló la crueldad del abandono en un bosque de Hansel y Gretel de la mano de un padre hundido en la pobreza, que narraron los hermanos Grimm.
Miramos sus sonrisas: la aurora del nuevo siglo, el paisaje que se extiende desde sus ojos hacia todo lo que les espera, la belleza inmaculada en su piel, en sus gestos tan recientes. Y así vislumbramos más lejos que el día de hoy mismo, con su horizonte de hormigón y cielo raso oscuro. En ellos al fin presentimos la vida por delante, solo vida que crece como árboles recién plantados cuando les nacen las hojitas verdes.
Porque estos niños son nuestro futuro y por eso procuramos que nuestro abrazo no les falte. Nunca, nunca podemos rendirnos ni fallarles. Y cuando el peso de la adversidad nos exceda, volvamos a esta imagen de los niños correteando, durmiendo, iluminados por la alegría. Entonces sentiremos la fuerza creciendo en nuestras manos, en las suyas pequeñas.
Una pluma clásica, unos calcetines con tiernos motivos, el libro que esperamos, una corbata, un pijama nuevo, una termomix, muebles para renovar la casa, un viaje exótico o tal vez al pueblo de la infancia, una muñeca, un balón de reglamento, un perfume francés, el mejor jamón ibérico, una cesta de Navidad, un diario para escribir llo íntimo, el disco favorito, una alianza para estar juntos, una entrada al teatro o al concierto que más nos gustan, un collar de diamantes o de perlas.
Mil regalos que se ofertan en el mercado, mil posibilidades de contentar a los más cercanos. El regalo es una muestra de cariño y empatía, una forma de saber y hacer saber que pensamos en el otro. Pero tal vez debemos elegir regalos imprescindibles, los más originales y sencillos, casi sin coste alguno.
Los migrantes: aves y personas que inician un viaje necesario, trasladarse a otro hábitat más benevolente para sus objetivos. A las aves las mueve el clima y la reproducción, a los humanos la supervivencia y la esperanza. En el año 2000, la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 18 de diciembre como el Día Internacional del Migrante con intención de proteger y respetar los derechos humanos de aquellos que emigran.
Recordemos nuestro pasado: españoles todavía desperdigados por Argentina, Alemania, México, Cuba, Francia, Bélgica, Suiza y todos aquellos países que nos acogieron para trabajar en sus industrias, para evitarnos algún peligro o para salvarnos de la pobreza. Fuimos pájaros buscando un nido de bienestar.