La lluvia caminaba con pasos de gacela
Con alas de pájaro las nubes te llevaban
El nuevo día de un reino
Frugal como la espuma
Te saludaba.
Un año nuevo para entrar a vivir y estrenando sus muebles y paredes. Tan nuevo y tan limpio como un vestido recién comprado o un juguete que acaban de dejar los Reyes o un perfume que todavía no se ha abierto o un manjar que se ha sacado ahora mismo del horno o una risa que aguarda en el pecho para salir cuando acabe el relato de un chiste.
En esta tarde recatada,
tarde modesta y amigable
más allá de los muros y la niebla
el agua canta.
¿Qué nombre le pondré a este cuerpo de agua?
Mi cuerpo hospitalario sumergido en el tiempo.
Puedo llamarlo templo, pequeño santuario.
Entrar en el Hammam con sus aes abiertas
como el agua que aguarda en cámaras y salas:
veladas, silenciosas…
Agua escondida.
El sol que se refleja en el estanque.
La noria detenida en el azud del río.
La acequia y su caudal de medianoche.
Los cipreses, los surcos olvidados,
las alamedas y los carros lentos.
Posó su cuerpo sobre la piedra caliente, rígido como el caparazón de una tortuga o cualquier animal inerte que se resiste a la descomposición. Alguien le contó alguna vez que el hammam es un lugar para el olvido. Cerró los ojos con el ánimo de quien niega su presente y se dejó cubrir por la espuma de la flor del beso.