Almanaque Hammam

El amor, todo lo puede

Inmaculada Mengíbar, el amor todo lo puede

La poetisa Inmaculada Mengíbar nació en Córdoba en 1962, aunque ha vivido en Granada, Almería y Torremolinos. Esta mujer madura como fruta de temporada nos ofrece su roja pasión por el amor.

En la Universidad de Granada se licenció en Filología Hispánica y es en esta ciudad donde comienza a escribir y publicar, al entrar en contacto con autores de la poesía de la experiencia o la nueva sentimentalidad, una estética en la que coincide en un claro decir, sus influencias de la Generación del 50, sobre todo Jaime Gil de Biedma, del que toma el préstamo de  su primer título publicado.

El nuevo día, de Luisa Castro Legazpi

El nuevo día, de Luisa Castro Legazpi

La lluvia caminaba con pasos de gacela
Con alas de pájaro las nubes te llevaban
El nuevo día de un reino
Frugal como la espuma
Te saludaba.

Renovando los sueños

Un año nuevo para entrar a vivir y estrenando sus muebles y paredes. Tan nuevo y tan limpio como un vestido recién comprado o un juguete que acaban de dejar los Reyes o un perfume que todavía no se ha abierto o un manjar que se ha sacado ahora mismo del horno o una risa que aguarda en el pecho para salir cuando acabe el relato de un chiste.

El canto del agua, por Álvaro Salvador

El canto del agua, por Álvaro Salvador

En esta tarde recatada,

tarde modesta y amigable

más allá de los muros y la niebla

el agua canta.

EL SUEÑO DEL HAMMAM, de Raquel Lanseros

El sueño del hammam, de Raquel Lanseros

¿Qué nombre le pondré a este cuerpo de agua?

Mi cuerpo hospitalario sumergido en el tiempo.

Puedo llamarlo templo, pequeño santuario.

La viajera, por Rosa Romojaro

La viajera, de Rosa Romojaro

Entrar en el Hammam con sus aes abiertas

como el agua que aguarda en cámaras y salas:

veladas, silenciosas…

Agua escondida.

Memoria del agua, de Antonio Jiménez Millán

Memoria del agua, de Antonio Jiménez Millán

El sol que se refleja en el estanque.
La noria detenida en el azud del río.
La acequia y su caudal de medianoche.
Los cipreses, los surcos olvidados,
las alamedas y los carros lentos.