Si a veces pensamos que el ocio solo es posible o mejor con el buen tiempo, olvidamos las mil posibilidades que la naturaleza y nuestras ciudades nos ofrecen también en invierno. De hecho hay actividades únicas que solo pueden practicarse o apreciarse precisamente porque el frío las alienta. O porque se viven de forma diferente, especial, en esta estación.

Esquiar en Sierra Nevada o Navacerrada, visitar sin prisa las piedras del pasado en Córdoba o caminar por el largo paseo marítimo de Málaga, incluso bajo la lluvia, se presentan como experiencias maravillosas para sentirse invernal y activo. El paseo, la cultura y el deporte despiertan nuestros sentidos.

Muy cerca de Granada capital, Sierra Nevada resulta una apuesta segura para disfrutar los deportes de invierno, bien en familia, con amigos o en pareja: esquí, trineos, motos de nieve, toboganes, restaurantes y mucho más. Del mismo modo, en distintos espacios de la comunidad de Madrid, la nieve protagoniza las mejores expectativas de sumergirse en el frío. Tanto Navacerrada y Valdesquí como Xanadú, un parque de pista cubierta de esquí, son estaciones en las que se puede disfrutar del snow y el esquí en sus muchas variedades. Y vivir fines de semana definitivamente al margen del cemento de las capitales.

Córdoba regala historia como ciudad Patrimonio de la Humanidad (Unesco, 1984). Cualquier día, se puede visitar su inmenso patrimonio de edificios y enclaves pretéritos. Medina Azahara sorprenderá por su magnificencia, la Mezquita por su singularidad, la judería por un encanto inefable, todo el centro por sus rincones culturales. No basta un día ni dos para recorrer tantos lugares de ensoñación y carga simbólica pues representa un crisol de civilizaciones y culturas que han ido dejando su huella, antes incluso de los romanos, luego los árabes y judíos, después toda la cristiandad sembrando iglesias y monasterios durante siglos.

Puede parecer una recomendación evidente, pero de incalculable bienestar físico y emocional. El Paseo Marítimo de Málaga, donde muchos mediodías la temperatura puede subir hasta 18 o 20 grados, como si se presagiara ya un atisbo de la primavera, nos concede el placer de pasear o andar rápido sus varios kilómetros para reconciliarnos con la existencia mientras nos invade el sonido de las olas a veces encrespadas, la contemplación del mar en calma, el aroma salino que en nada se parece al infierno de la contaminación ambiental. Tanto mar, tanto azul, hay que aprovecharlo. Malagueños y visitantes tienen el privilegio de la calidad de vida, que además puede acompañarse de pescaíto frito y mariscos.

Pero hay más. No deja de sorprender que cada ciudad propone actividades sin cesar, como las flamencas en Córdoba, las exposiciones novedosas en todas las citadas, la cartelera de cine con estrenos o recuperaciones, el teatro, los musicales, los recitales literarios, las jornadas de senderismo, los talleres en distintas disciplinas.

Nunca el invierno ha sido tan fructífero como ahora para entender que el ocio es más que simple entretenimiento. Supone un espacio para el reencuentro con lo que somos: humanos, plurales, diversos, distintos, con infinitas capacidades. Y si se puede, para ser más y mejor.