Entre el senderismo y el reto a las alturas, en la provincia de Málaga hay un lugar único e inolvidable que se puede visitar para sentirse diferente, más cerca del abismo que del suelo, desafiante como una escalada vertical que se impone a la naturaleza. Se trata del Caminito del Rey, un paso construido en las paredes de un soberbio desfiladero, entre los municipios de Álora, Antequera y Ardales, a escasos treinta kilómetros de la capital.

Su pasarela peatonal, hace pocos años reconstruida y segura, tiene más de tres kilómetros que se extienden por las rocas sobre más de cien metros sobre el río. Una aventura sin peligro ni riesgo, pero que necesita de nervios de acero y poco temor al vértigo. Y no hay viajar hasta el Everest. Está aquí mismo.

Indagando en la historia, esta construcción se realizó entre 1901 y 1905 por parte de la Sociedad Hidroeléctrica del Chorro con objeto de facilitar el paso de los operarios de mantenimiento a través del Desfiladero de los Gaitanes. De la necesidad empresarial surgió el placer estético.

Poco más tarde se mejoró y se reformó para permitir la contemplación de un paisaje tan bello como temerario. Su nombre, Caminito del Rey, proviene de 1921, cuando el rey Alfonso XIII inauguró los embalses Guadalhorce-Guadalteba.

El descuido por parte de las instituciones durante décadas lo dejó en estado ruinoso, sin apenas barandillas y con tramos derruidos, una auténtica peligrosidad que se ha llevado la vida de varios excursionistas y escaladores. Durante años, estuvo prohibido su uso.

Ya en 2014 comenzaron las obras de rehabilitación que llevó a cabo la Diputación Provincial, abriéndose un año después al público. El éxito de esta iniciativa ha sido tremendo: cientos de personas acuden cada día para hacer el camino, ahora sin peligro alguno. Inclusola guía de viajes Lonely Planet lo ha elegido como uno de los mejores lugares para visitar.

No hay que ser turista ni joven ni adicto a los deportes de riesgo para atreverse. Basta con amar la aventura y los parajes naturales, además de desear lo que parece imposible pero está a nuestro alcance.

Respirar aire puro de montaña y recorrer este sendero en las alturas se ha convertido en una experiencia de belleza singular y riesgo calculado. Caminar entre la roca, el cielo y mirar muy abajo el agua y el precipicio descubre sensaciones que solo pueden vivirse en sitios como este, sitios en los que el hombre reta a la naturaleza, la recorre con respeto y se siente tan grande como su misterio.