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Es eso que te remueve por dentro, ese instante que se crea en el momento menos pensado y ese encanto o atractivo que te sacude, como si se tratara de un hechizo. Si nos preguntaran uno a uno qué es la magia para nosotros, tendríamos como resultado miles de definiciones diferentes, que probablemente se parecerían mucho las unas a las otras.
¿Quién no ha viajado alguna vez, durante una ráfaga de pocos e intensos segundos, a un lugar maravilloso y único, transportado solamente por la magia de un momento? Hay muchas definiciones para describir a este concepto fascinante y repleto de recovecos de misterio e ilusión. Magia se define como el “conjunto de conocimientos y prácticas con los que se pretenden conseguir cosas extraordinarias, con ayuda de seres o fuerzas sobrenaturales”. Y yendo aún más lejos podemos diferenciar la magia blanca, que “intenta alejar los malos espíritus y librar a las personas de hechizos y maleficios”, de la magia negra, que “intenta conjurar y someter los malos espíritus y las fuerzas maléficas ocultas para causar daño a las demás”. Nosotros nos quedamos con la primera, protagonista absoluta de la noche de San Juan.
La Magia del hammam permite vivir un momento que involucra a la persona por completo. Convertir la experiencia en algo que vaya más allá de los hechos y pueda desencadenar una conmoción emocional. Mágico abarca un momento que es “más que especial”, “más que trascendente”, “más que inigualable”. Es el estado máximo de conexión con uno mismo y con el entorno.
La magia como parte de una tradición milenaria
Esta fascinación por lo mágico ha seducido durante siglos a civilizaciones que la han usado cual varita hechicera. Y este concepto, que a muchos les puede causar rechazo por acercarse a un terreno desconocido o supersticioso, es sin embargo, muy bello e inspirador, si lo analizamos bien. Por muy poco que nos creamos que es posible llevar esas proyecciones espirituales al terreno físico, la magia ha sido una herramienta muy útil para ayudarnos en el camino y seguir avanzando por esta travesía incierta, que a veces se presenta con algunas rocas en el camino, que es la vida.
La noche más corta y mágica del año
Hogueras, baños a la luz de la luna, estrellas y mucha magia. Así es San Juan, una noche en la que lo terrenal y lo espiritual están presentes al mismo nivel. Unas horas para sacar nuestro lado más brujo y hechicero; para olvidarnos de la racionalidad y poner en marcha todo el ritual de costumbres envueltas en esta tradición, ya sea para purificar, quemando lo malo que el año nos ha dado hasta ahora; para pedir deseos o para hacer una ablución en el mar y así ahuyentar la mala suerte y los malos espíritus.
Tal vez solo lo hagamos por no ir contracorriente o porque, si no lo hacemos nuestro lado supersticioso siempre se quedará pensando si nos dará mala suerte. O tal vez sea que al menos una vez al año nos gusta ser parte de esa magia, de esa energía inexplicable que se crea justo en la conjunción del día en el que el sol está en su punto más alto y de la noche más corta del año en la que todas las brujas, hadas y demonios aprovechan para hacer de las suyas.
Coger fuerzas para la segunda mitad del año
Pero, yendo más lejos, muchas generaciones atrás, no podemos olvidar que nuestros antepasados celebraban el solsticio de verano para comenzar con fuerza la segunda mitad del año, ese momento en el que los días empezaban a hacerse más cortos y las noches más largas. Aprovechaban incluso para recolectar plantas, ya que creían que sus poderes curativos y sanadores eran más potentes en esa fecha señalada. La magia como compañera invisible para ayudar a nuestros seres queridos y para hacer de la vida un lugar más llevadero y lleno de esperanza.
San Juan es también el momento perfecto para hacer balance de cómo llevamos el año, tras su comienzo seis meses atrás. Ser críticos con nosotros mismos y desechar lo que nos está frenando en la consecución de nuestros objetivos, para centrarnos en lo que nos ayuda a avanzar. Y, sobre todo, es una noche de duendes, hadas, brujas y meigas, seres divinos que nos visitan para recordarnos que somos especiales y que cualquier momento es bueno para cuidarnos, mimarnos y celebrar la vida en compañía de nuestros seres queridos.