En este octubre otoñal, nos acompaña la escritura de una poetisa cordobesa que vive en Barcelona, y ha sabido convivir con dos geografías, dos lenguas y varios trabajos, pero mirándose hacia adentro y mirándolo todo de otra manera, a través de su obra poética. Concha García nació en un pueblo de Córdoba, pero tiene la amplitud de una mirada desde la gran ciudad o más bien desde el mundo. Lo hace a partir de pequeñas anécdotas o indagando en lo inasible de una realidad fragmentada que puede descubrir realidades íntimas y sociales que no son evidentes.
Corazón en nuestra cultura global significa empatía, sensibilidad, misericordia, amor, ternura y tiempo que acompasa los latidos, explosión de alegría que recorre el cuerpo, tristeza que encoge y aprieta. El corazón se instala como cascada en el pecho y en todas las cosas como lugar abstracto de donde venimos y adonde vamos, buscando el agua y la sangre, buscándose para encontrarnos ciegos en la palestra de vivir.
Corazón apenas se muestra en un dibujo que simboliza amor y afectos, tan trillado y tan tópico, pero siempre eficaz de tan necesario, porque esa imagen tiene el poder de remover nuestras fibras sensibles, lo que somos, fuimos y seremos. I love + corazón + cualquier objeto directo, como exige la gramática. La publicidad ha hecho siempre su agosto y su año con un simple corazón. Pero no basta un dibujo para hablar de la suprema belleza y la imprescindible importancia del corazón, que todo lo guía y lo traza, incluso la frontera entre la vida y la muerte.
“Esto que tocas es mi cuerpo.”
Juan Antonio González-Iglesias
I
(baños de luz)
Porque el agua no baña nuestros cuerpos,
no,
lo hace la luz antigua de los siglos
húmedos,
los siglos de azahar que laten, lentos,
dentro
de las gotas de agua que, insisto,
no bañan nuestros cuerpos.
Se ha retirado el músico italiano Ennio Morricone a sus 91 años, tras más de sesenta de carrera, con una gira de conciertos en España y otros países europeos. Dice adiós sin despedirse, porque ya es inmortal y no se concibe su ausencia. Aunque ya no estará en teatros y auditorios de todo el mundo, las composiciones de Morricone sonarán durante mucho tiempo como la banda sonora de nuestras emociones.
En polvo, a la taza, caliente sobre nube de nata, helado, cobertura de pasteles, surtido de bombones y trufas, en tartas de postre, negrísimo, con leche, amargo, muy dulce… absolutamente maravilloso, aroma que despierta los sentidos, sueño de la infancia que perdura y continúa hasta que se llega a muy viejo. Quién no es fiel cautivo del paraíso del chocolate.
Roald Dahl fue el autor del libro infantil Charlie y la fábrica de chocolate (1964), luego llevada al cine en 2005 por Tim Burton. En homenaje al escritor se celebra cada 13 de septiembre el Día Internacional del Chocolate, coincidiendo con la fecha de su nacimiento. En realidad, un día del calendario no basta; reivindicamos la gloria de festejar el chocolate todos los días, pero, con cuidado, porque puede ser una bomba calórica de grasa y azúcar.
“El final del verano llegó y tú partirás”, cantaba el Dúo Dinámico en los sesenta. Nos suenan esa música y esa letra. Aunque las temperaturas veraniegas según en qué ciudades se prologuen hasta octubre y noviembre, septiembre clausura este estío, tal y como lo concebimos en nuestro país: meses de vacaciones, de viajes y fiestas, de descanso y programas contra la rutina o el estrés. Por lo tanto, fin de muchos romances fugaces en los paseos o en las playa, fin de las olas acariciando los cuerpos, fin de las acampadas durmiendo bajo el cielo claro, fin de los ventiladores y aire acondicionado, cese del dolce far niente. No del todo, claro. Hay quienes viven instalados en esa burbuja de no hacer nada, mientras los demás se conforman con el fin de semana o esperan hasta las vacaciones.
Septiembre inaugura el nuevo curso en centros de trabajo y de enseñanza. Y hasta los decretos del Gobierno. Septiembre vuelve a imponer la prisa entre una tarea y la siguiente, activa muchos planes, interrumpe lo que parecía un eterno buen tiempo. Pero septiembre también llega repleto de secretos, información, celebraciones y vida disponible para jugar a vivirla.
Si leemos Historia de la belleza de Umberto Eco, en la que se repasa este concepto abstracto captado a través de a percepción, entendemos que la belleza ha existido siempre en la naturaleza, el arte, la música, la literatura o el cine. Ahora bien, con cánones diferentes según épocas, culturas, países e individualidades. De ahí la dificultad de estudiar la belleza desde una objetividad científica o considerándola como lo bueno o lo perfecto. Hay tantas bellezas como personas capaces de percibirlas o crearlas. Y tampoco basta el tópico de “para gustos los colores”, pues no se trata de considerar bello lo que nos gusta y feo lo que no. Hay antecedentes y valores críticos, históricos, artísticos y culturales, para un juicio.