Por una sonrisa, un cielo

Así lo dejó escrito Gustavo Adolfo Bécquer, como verso de anhelo y plenitud que pudiera ofrecerle la persona amada, dispuesto a ofrecer al menos desde la poesía lo más inalcanzable a cambio de esa curva en unos labios queridos.

Sonreímos por placer, por ternura, por diversión, por agradar, por contemporizar con los otros, con intención de ganar algo que se desea. Y además no pocas veces para mostrar afecto, para mostrar complicidad y empatía, para dialogar con el espíritu de los demás. El encanto de una sonrisa supone un oasis tras muchos días de sed. Nunca la felicidad tuvo una imagen tan prodigiosa como la sonrisa de un bebé, tan sorpresiva por temprana; de un niño, de cualquier joven con esperanza, de cualquier anciano satisfecho, de cualquier mujer que pisa fuerte y de cualquier ser humano sin temores.

Vitalidad: apostar por la conciencia

Vivos, pero también con la energía vital y la esperanza suficientes para contemplar un horizonte de proyectos. La vida es proyecto o no es nada. La vida es camino o es calle cortada. Vivos, pero activos en las tareas, cuidándonos, cuidando de los otros, en alerta siempre para batallar contra lo que nos mata. Vivos, pero no inconscientes ni paralizados ni vegetales, sino abiertos al aprendizaje, a los contactos y a las emociones.

Si tenemos esta vida como regalo, hay que cultivar la vida como un jardín particular y un gran parque para todos.

Concha García: preguntas para pensar respuestas

En este octubre otoñal, nos acompaña la escritura de una poetisa cordobesa que vive en Barcelona, y ha sabido convivir con dos geografías, dos lenguas y varios trabajos, pero mirándose hacia adentro y mirándolo todo de otra manera, a través de su obra poética. Concha García nació en un pueblo de Córdoba, pero tiene la amplitud de una mirada desde la gran ciudad o más bien desde el mundo. Lo hace a partir de pequeñas anécdotas o indagando en lo inasible de una realidad fragmentada que puede descubrir realidades íntimas y sociales que no son evidentes.

Corazón: el latido constante

Corazón en nuestra cultura global significa empatía, sensibilidad, misericordia, amor, ternura y tiempo que acompasa los latidos, explosión de alegría que recorre el cuerpo, tristeza que encoge y aprieta. El corazón se instala como cascada en el pecho y en todas las cosas como lugar abstracto de donde venimos y adonde vamos, buscando el agua y la sangre, buscándose para encontrarnos ciegos en la palestra de vivir.

Corazón apenas se muestra en un dibujo que simboliza amor y afectos, tan trillado y tan tópico, pero siempre eficaz de tan necesario, porque esa imagen tiene el poder de remover nuestras fibras sensibles, lo que somos, fuimos y seremos. I love + corazón + cualquier objeto directo, como exige la gramática. La publicidad ha hecho siempre su agosto y su año con un simple corazón. Pero no basta un dibujo para hablar de la suprema belleza y la imprescindible importancia del corazón, que todo lo guía y lo traza, incluso la frontera entre la vida y la muerte.

Amor en el Hammam, por Ben Clark

“Esto que tocas es mi cuerpo.”
Juan Antonio González-Iglesias

I
(baños de luz)
Porque el agua no baña nuestros cuerpos,
no,
lo hace la luz antigua de los siglos
húmedos,
los siglos de azahar que laten, lentos,
dentro
de las gotas de agua que, insisto,
no bañan nuestros cuerpos.

La banda sonora de las emociones

Se ha retirado el músico italiano Ennio Morricone a sus 91 años, tras más de sesenta de carrera, con una gira de conciertos en España y otros países europeos. Dice adiós sin despedirse, porque ya es inmortal y no se concibe su ausencia. Aunque ya no estará en teatros y auditorios de todo el mundo, las composiciones de Morricone sonarán durante mucho tiempo como la banda sonora de nuestras emociones.

Chocolate, el néctar de los dioses

En polvo, a la taza, caliente sobre nube de nata, helado, cobertura de pasteles, surtido de bombones y trufas, en tartas de postre, negrísimo, con leche, amargo, muy dulce… absolutamente maravilloso, aroma que despierta los sentidos, sueño de la infancia que perdura y continúa hasta que se llega a muy viejo. Quién no es fiel cautivo del paraíso del chocolate.

Roald Dahl fue el autor del libro infantil Charlie y la fábrica de chocolate (1964), luego llevada al cine en 2005 por Tim Burton. En homenaje al escritor se celebra cada 13 de septiembre el Día Internacional del Chocolate, coincidiendo con la fecha de su nacimiento. En realidad, un día del calendario no basta; reivindicamos la gloria de festejar el chocolate todos los días, pero, con cuidado, porque puede ser una bomba calórica de grasa y azúcar.