Casa de Castril, en Granada, levantada por los herederos de Hernando de Zafra
Casa de Castril, en Granada, levantada por los herederos de Hernando de Zafra

La guerra de precios no es algo exclusivo de los comercios en la época contemporánea. Ya desde hace siglos, los ciudadanos habían de abonar distintas cantidades por disfrutar de los, por entonces escasos, servicios que tenían las ciudades hace cuatro o cinco siglos. El caso de los baños, por supuesto, no era una excepción. Recordemos que fueron uno de los primeros servicios públicos de las grandes ciudades de Al Ándalus.

La tipología de estos primeros establecimientos eran muy diferentes en cuanto a  precio y categoría social. Es importante destacar que había una gran demanda (sí, entonces ya empezaban a imponerse las hoy arhiconocidas leyes de la oferta y la demanda), ya que eran un servicio de primera necesidad.

De hecho, los hammam en la época de Al Ándalus eran tratados desde antiguo con el mismo régimen de monopolio que recibian molinos y hornos (otros de los primeros bienes de consumo de las antiguas urbes andalusíes), ya que además del surtidores de bienes de primera necesidad, suponían una fuente de ingresos fáciles y seguros para el fisco de cada ciudad o gobierno.

Cuentan las crónicas que los baños, al igual que ocurría con otros bienes reales, podían ser cedidos, mediante privilegio, a una minoría racial o a algún noble o persona a quien se quería compensar por sus servicios de cualquier índole (bélicos o políticos) a la realeza.

La historia está repleta de ejemplos, tanto de casos cristianos como musulmanes. Por ejemplo, los cronistas revelan la historia de don Hernando de Zafra, secretario de los Reyes Católicos y artífice de las capitulaciones de Granada. Don Hernando fue uno de los primeros ‘empresarios’ de los baños árabes en la época de la reconquista. De este modo, este personaje llegó a ser el propietario de la mayoría de los baños de Granada.

Los precios impuestos por Hernando de Zafra eran variables. Las rentas por el uso de los baños podían ser cobradas en especia, como por ejemplo ocurría con los baños de Jerez o los de Ferreira, por los que los Señores del Marquesado del Zenete recibían de los moriscos 550 y 200 fanegas de cebada, respectivamente.

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