Es curiosa la cantidad de cosas que se pueden llegar a aprender buceando por la historia de los Hammam. Resulta fácil descubrir rituales y costumbres que acontecen tanto antes como después del baño. Y de las recomendaciones tan específicas que se han hecho a lo largo de la historia para la realización de este ritual.

El hammam, un ritual centenario con varias fases

El valor del agua está inseparablemente unido a la subsistencia de la vida. Por eso, es lógico que todos los pueblos pasados y futuros le otorgasen muchas utilidades y usos. Por ello, en los Libros Sagrados de las distintas religiones, se recomendaba el baño. Principalmente para asearse o lavarse. Después de hacer uso del matrimonio o cuando la mujer atravesaba por el periodo menstrual.

El agua está muy presente en muchos ritos religiosos, como puede ser el bautismo cristiano. Es un ritual espiritual que simboliza la limpieza del cuerpo como reflejo de la purificación del alma. Otro ejemplo son las abluciones de los musulmanes, acción de limpiarse por medio del agua. Representan el mismo papel purificador previo a la comunicación con Dios. O la importancia saneadora que tienen las aguas del río Jordán para palestinos e israelitas. O las del Ganges para los hindúes aún en nuestros días.

El hammam, un ritual centenario con varias fases

Por otro lado está el ritual del baño. Se hacía de una manera ordenada y con unas cuantas pautas a seguir en su realización. Normalmente los baños se abrían a partir de mediodía. Cuando el bañista llegaba, se encontraba el espacio limpio y perfumado. Con aromas de tomillo y romero, que se quemaban en los hornos. Y así el olor se repartía por todo el recinto, para una mayor sensación de relajación.

Los visitantes se encontraban con una primera sala destinada a cambiarse de ropa. Era habitual valerse de un pañuelo blanco para taparse el cuerpo y otro para la cabeza. Para poder andar con comodidad y seguridad, andaban con unas sandalias altas de madera o corcho llamadas chapines. También servían para no quemarse los pies con el calor que desprendía el suelo. Ya que este se situaba próximo a las calderas que calentaban el agua para generar calor. De esta forma, pasaban a la sala central, que estaba muy caliente y saturada de vapor de agua. Esta sala tenía como objetivo que las personas se relajaran y comenzaran a sudar. Recibían entonces, friegas en todo el cuerpo, realizadas por los bañeros.

El hammam, un ritual centenario con varias fases

Al finalizar la limpieza, se trasladaban a otra sala mucho más caliente que la anterior.  Estaba justo encima de la caldera encargada de calentar el agua. En esta sala era donde se les daba un baño. Enjabonan al visitante de pies a cabeza. Y quitaban la espuma con agua muy caliente para originar, al mismo tiempo, vapor de agua. Después regresaban a la sala de vapor de agua. Al ser más templada, allí reposaban y les aplicaban masajes para reponerse.

Cuando terminaban estos masajes, era muy beneficioso tomar una ducha de agua fría que cerrara los poros de la piel y reactivase la circulación, utilizando aceites esenciales, aunque dependía de la economía de cada visitante.
Ya reconfortado, el bañista se envolvía en una especie de albornoz de algodón, quedando en reposo en la sala central, con una sensación de ligereza.

Cuentan las crónicas que era habitual charlar con el resto de visitantes sobre religión, política y temas diversos, siendo frecuente incluso que algunos comieran o cenaran en las propias dependencias del Hammam. Estas reuniones servían para afianzar los compromisos laborales y políticos de la época. Para manteneros al día sobre los beneficios de los baños árabes, seguidnos en Facebook yTwitter.

Dinos lo que piensas

*