Confiar a pasar del gateo a los primeros pasos; a quitar los ruedines de la bicicleta y pedalear solo con dos ruedas; a enfrentarte a la inmensidad del mar sin flotador; a coger de la mano a quien se sabe el camino cuando está oscuro; a lanzarte en peso hacia atrás en los talleres de teatro; a compartir tu parte del trabajo de clase con más gente; a delegar responsabilidades cuando empiezas un trabajo; a abrir tu corazón a una persona que acabas de conocer; a confesar un secreto que no puede ser contado.
Autoconfianza para coger un vuelo por primera vez; para vivir en otra ciudad a kilómetros de nuestro hogar; para viajar en soledad, sin compañía de nadie más, durante semanas; para apostar por los nuevos retos; para tomar decisiones que afectarán a nuestro día a día; para hablar en público; para caminar con seguridad; para expresar sentimientos; para creer en nosotros mismos, nuestros mejores aliados, aunque a veces nos autoboicoteemos y nos salga ser ser nuestros peores enemigos.
La confianza es colectiva. Por nuestra vida van pasando personas que a veces se quedan mucho tiempo y otras solo nos regalan fugaces instantes. Y qué suerte que, pasen con nosotros más o menos rato, podamos compartir con ellos todos los matices que nos infunde este valor. La confianza es también individual. No puede escribirse ninguna historia si no aprendemos primero a querernos y respetarnos a nosotros mismos. Autoconocimiento para disfrutar plenamente de la persona que somos y de todas las virtudes que nos caracterizan.
Febrero es el mes más corto del año, quizá también el más intenso. Con él celebramos el ciclo de la confianza, un valor imprescindible en nuestra vida, que es a la vez fortaleza y fragilidad. Una característica que nos hace estar con los pies pegados al suelo y elevarnos hacia los proyectos más difíciles o los sueños más lejanos. Caminar de la mano con ella es el mejor autoregalo que podemos hacernos para disfrutar plenamente de cada momento.
Y, como dice nuestro invitado de este mes, el escritor Juan Manuel Villalba, es importante sacar tiempo para tener una cita con uno mismo. Cuidarnos, mimarnos, escucharnos, relajarnos, reconectar con quienes somos… Él nos cuenta su experiencia a través de una tarde en el hammam. “Estoy re-conociéndome. He vuelto a mí a través del aroma, del sabor, de la tibieza acuática, de la música y de la penumbra luminosa. Es un placer reconocerme. Ahora me agrado, hacía mucho tiempo que no tenía una verdadera cita conmigo mismo. Me hablo y me entiendo. Sé que todo está a mi favor después de tanto tiempo. Y, sobre todo, ahora no tengo temor o, mejor aún, culpa; es un ‘ahora’ limpio de duración. Es un ‘ahora’ real, purísimo y sin lastre”.
Entrégate al baile de la confianza. Una danza donde lo importante no es tu estilo al mover tu cuerpo, ni siquiera si estás siguiendo el ritmo o vas a destiempo. En esta coreografía lo más importante es que tú te sientas bien, que disfrutes, que aprendas, que te dejes llevar. Todo lo demás es totalmente secundario.