Silenciar el ruido y aquietar la mente, con la finalidad de preparar la conciencia y la estabilidad emocional. Valerse de cualquier recurso diario: el agua rodeando el cuerpo en el Hammam, el silencio, los mejores pensamientos y la visualización de los deseos, para tener un sueño sin pesadillas, conseguir la concentración sin esfuerzo y calmar la psique.

Amor y paz están en nuestras manos, si sabemos enfrentarnos al ruido y la discordia. Todo ello atendiendo a ejercicios muy sencillos que parten del yo para vivir en armonía con el exterior. Se trata de técnicas probadas y recomendadas por terapeutas, psicólogos y expertos: El mindfulness (la atención plena a través de la respiración), la meditación, la visualización creativa, la relajación, el yoga, el entrenamiento autógeno (que nos hace conscientes de las sensaciones físicas) y otras terapias que usan sonidos, agua y perfumes. Y sin olvidar la importancia de cualquier ejercicio físico, como caminar deprisa, acelerando el ritmo del corazón.

Cada noche, cada día, en nuestro entorno, ha llegado el tiempo de batallar contra la ansiedad, respirar hondo y comenzar a crear desde nuestro blanco interior hasta el arcoíris del horizonte.

Como explica el cirujano y humanista Mario Alonso Puig en sus conferencias y libros, no se trata de milagros, sino de ciencia estricta: la neurociencia. Con argumentos científicos, nos habla de cómo los pensamientos provocan mecanismos de defensa y sustancias químicas que alteran nuestra armonía o la alcanzan.

Al parecer, los estados emocionales afectan al cerebro de forma definitiva, pero podemos reinventar nuestro cerebro para relacionarse con otros y con uno mismo desde una perspectiva que contenga más ilusión y alegría, lo que incidirá en nuestra salud tanto física como psicológica. La tensión, el estrés, la negatividad, el miedo y la angustia, nos convierten en personas insanas que ven la experiencia de vivir con los demás como una oposición permanente, razón por la cual surgen conflictos, enfrentamientos, disputas y hasta malos tratos.

Por ejemplo, dice Alonso, no hay que luchar contra los hechos objetivos que suceden y nos rodean (una pérdida, el paro), pero sí podemos entrenarnos para que cualquier hecho real sea percibido de manera subjetiva con el mínimo sufrimiento y la actitud más positiva posible, porque así los niveles de adrenalina no serán tan altos y otras hormonas se activarán para afrontar el problema.

Sin duda, podemos hacer algo desde la individualidad y hacia el bienestar común, aunque solo sea colocar las mínimas piezas íntimas en un inmenso puzzle humano y geográfico.

Se presenta ya como ineludible el hecho de creer en la felicidad pequeña y en la serenidad, con el objetivo de pensar con más claridad y desenvolvernos en los actos cotidianos con mayor soltura.

Es posible la satisfacción mínima y la paz de cada cual para ir generando al mismo tiempo la paz de nuestros amigos y familiares. Solo desde nuestro sosiego alcanzamos la conciencia necesaria de cuánto podemos hacer por los demás.

No cuesta nada, excepto unos minutos de nuestro tiempo. Ya. Es el momento de empezar desde nosotros a contribuir con el bien de la humanidad.