En invierno nos ocupamos de combatir el frío con ropa de abrigo, bufandas, gorros, estufas y chimeneas que encienden soles de calor para combatir la escasa temperatura, tan por debajo de la de nuestro cuerpo. El frío acecha y también ilumina porque nos conduce a la búsqueda del calor.
En invierno queremos mantas y edredones, calefactores en el interior y en las terrazas de los bares, guantes de lana, prendas de cuero o de piel artificial. Se trata de sobrevivir al frío sin perder la rutina de nuestras tareas y nuestro ocio. El frío es un gigante con pies de barro que se puede vencer, como al ogro de los cuentos.
En París, sin ir muy lejos y en las ciudades de España, más cerca todavía, cualquier terraza cubierta invita a la tertulia. Albergados por la calefacción reímos y debatimos, nos hacemos confidencias y agradecemos la compañía.
En casa queremos siempre un caldo bien caliente, un cacao antes de dormir, un potaje de cuchara, un puré de verduras que nos alivien de la intemperie.
En invierno buscamos los nidos del hogar, rincones de contienda tranquila que ahuyentan todo atisbo de nieve. Por ejemplo, en el agua caliente de los baños desaparece todo frío, entre la niebla del vapor olvidamos lo más duro del invierno. Y resulta necesario como esa sopa caliente después del trabajo.
También el baño en algua fría tiene beneficios para la salud. En Finlandia es una práctica común alternar la sauna con sumergirse en agua helada.
El invierno conduce a la reflexión. Cabe pensar en el frío de quienes naufragan en el mar a bajas temperaturas. Cabe pensar en niños con escasa ropa en pleno invierno. Cabe pensar en indigentes entre cartones, apenas abrigados por periódicos y cobijas prestadas, amaneciendo a veces muertos. Cabe pensar en familias sin estufa. Cabe pensar en poblados sin luz eléctrica por todo el mundo. Cabe pensar en colegios e institutos donde los niños toman apuntes con los guantes y el plumífero puestos. Cabe pensar. Pensar y conmoverse por la injusticia para poder cambiarla por el bienestar.
El invierno es arte. Ha suscitado obras en todos los campos. Recordemos el primer movimiento allegro ma non molto del Invierno de Las cuatro estaciones de Vivaldi: https://www.youtube.com/watch?v=x38SI_1nA0s
O el invierno en la pintura clásica de los impresionistas, como Monet. Además, ha estado presente en toda la historia cinematográfica, por ejemplo las centradas en fechas navideñas, como la inolvidable ¡Qué bello es vivir! (1946, Frank Capra).
Los símbolos invernales, como la nieve y la lluvia, entre otros, han creado nuestro imaginario de historias a través de la fotografía, el cine, el arte, la música. y la literatura. Nos hemos estremecido ante los campos de concentración nevados de tantos libros y películas, como La lista de Schindler (1994, Steven Spielberg) y hemos disfrutado de aventuras en la nieve.
Sin el invierno, no somos ni seríamos, porque nos pertenece para sentirnos completos.
Y finalmente cabe sobre todo nuestro esfuerzo por buscar calor y afecto contra el frío. El invierno no puede ser ya un enemigo, sino un periodo de búsqueda y disfrute, de reconciliación con nuestro yo más oculto.