Hace un año o dos o tres vivíamos en toda España el esplendor de mayo desde el mismo día 1, festivo, ocasión para reivindicar derechos, defensa y homenaje a todo trabajador que hace posible la dinámica del mundo en que crecemos.
Luego, en ciudades como Córdoba, llegaban las Cruces de Mayo, esa manifestación de las flores en cada plaza cordobesa. Después, por estos días, se abrían los patios, cuidados durante todo el año para vestirse de gala ante el público durante un par de semanas, compitiendo entre ellos por representar el logro del amor a la cultura popular y la capacidad del pueblo para cuidar hogares. Ciudadanos y turistas paseaban con el buen tiempo transitando de patio en patio, de belleza en belleza, parándose a tomar una tapas, unos vinos, en cualquiera de los cientos de tabernas de una ciudad entregada a su pasado y su presente.