La noche enciende sus astros: es San Juan. Todos nos atamos a la cintura el agua -hay quienes sólo la saludan corteses con los pies- y aguardamos el vuelo en diagonal de un pájaro desvelado en blanco. Su vértigo entre el cielo acorazado, la mirada con la que miramos desde dentro y su chispa encontrándose con la boca del agua.