Almanaque Hammam

Fugaz e inmortal, por Nativel Preciado

Fugaz e inmortal, por Nativel Preciado

Noviembre es muy especial para mí, no solo porque en él nací hace un montón de años, sino porque es el mes de los que ya no están. Las personas que más quiero han nacido o han muerto en ese período del año. Puedo hablar de los muertos apaciblemente, sin tristeza ni desasosiego, porque ha pasado el tiempo necesario para que ya no me duela tanto su ausencia. Al principio, no me entraba en la cabeza que no estuvieran en algunaparte. Lo razonable eracreer que, antes o después, los encontraría en cualquier lugar.

La tregua, por Susana Fortes

La tregua, por Susana Fortes

Me gusta contar historias. Es mi trabajo. No creo que sea mejor que construir muebles de madera, hornear  pan o conducir un autobús, pero tampoco es peor. A veces para contar bien una historia hay que meterse en el barro, estar demasiado tiempo lejos de casa, caminar algún tiempo por la cuerda floja, hablar poco, equivocarse mucho, volver a empezar de cero, pasar noches en blanco. No supe que quería ser escritora hasta que lo fui y, desde entonces ya no pensé en  ser otra cosa.

Ángeles Mora, la pasión por la escritura

Ángeles Mora, la pasión por la escritura

“Cuando deje de tener pasión por la escritura, cuando no consiga hacer vivir a un poema, dejaré de escribir”, esto es lo que respondió Ángeles Mora hace un año al diario El País cuando le preguntaron hacia dónde caminaba su poesía.

No estoy en la sala de un quirófano, sino en los baños de un hamman, atmósfera sedante como el propofol que me inyectaron para que durmiera, para que soñara contigo, Papageno, sin dolor. Papá no. Papageno. De niña yo decía Papageno. Papá no. Pa. Pa. Pájaro. Ma. Ma. Marina. Soy Marina. O Papagena. Mamá no. La palabra mamá te llegará, o no te llegará. Te meto en el agua, y chapoteas sobre mis piernas. Madre e hijo en un hamman de la tierra materna. Al verte, al vernos, reconozco una escena de un pintor francés del siglo dieciocho, esa infancia asfixiada con un cordón rosa, y siento vergüenza de que seamos protagonistas de un cuadro rococó. Pero luego, cuando nadie nos ve y yo sé que estamos fuera del hamman, fuera del propofol y fuera del quirófano, tú chapoteas en tu cuna florida, y ahí alejas las tinieblas que surcan nuestra casa. Con un dedo mojado recorro tu cara mientras digo: mi pequeño Papageno. Miras el agua con un gesto maduro que no corresponde a tu edad. Quizá te extraña verme en esta enorme placenta de diosa árabe, contigo, a tu lado. Mamá no. Yo, tu ángel. La palabra mamá te llegará, o no te llegará. Vuelvo a acariciarte. Y parece que te gusta, pero tampoco te conozco tanto. Apenas de tres meses. Tres meses y ya sabes lo que es una caricia, mucho antes de aprender el mi-ma-má-me-mi-ma. Qué modo tan horrible de aprender la letra eme: Mamá que no está, Mimos de polvo y tiza en una pizarra. No, mi pequeño Papageno, la eme es esto: Mis pezones húmedos que me abren a la función láctea de mis ancestras, La lengua de nuestro perro que te lame la frente cuando arde. Hoy es 13 de agosto y claro que no estoy en un quirófano, sino en las aguas de este hamman malagueño, aguas llenas de micro pieles, de mucosas, de condiciones de vida, de células madre, porque son las aguas que yo rompí, Y saliste, Papageno, Y al verte en las manos de la matrona, tan alto, tan pequeño, Ya sabía que serías libre, pájaro, cantor. Pero escucha, ahí fuera, al otro lado de la cúpula del hamman o placenta, llueven estrellas, y yo, que no estoy en un quirófano sino en las aguas mías de este baño árabe, reclino la cabeza, cierro los ojos y siento que se cuelan, como lágrimas de San Lorenzo, los astros. Llueven. No me da tiempo a contar todos los deseos que tengo. No me da tiempo a satisfacer el deseo ya concedido. Algunos astros se quedan fijos en la gentil pesadez del aire, turbio por el agua densa, Otros caen a los baños y desde el fondo celebran que por fin, por fin y después de alumbrar durante millones de años, pueden reposarse, como si en este nuevo estado -estrellas de mar- reconocieran la importancia universal de la caída. Llueven estrellas, y la palabra estrella suena a chasquido de llama, Tú aún no has dicho una sílaba, aunque ya sabes algunas de las cosas más importantes, Porque el vacío todo del Universo se siente antes de señalar con un dedo tierno la luna, balbuceando. Todo se aprende antes que su palabra: El hambre (tres estrellas más han caído al agua) La impotencia, La necesidad de calor, El frío (cae otra estrella) La soledad, También la rabia te llegará antes de que puedas aprender a nombrarla. La enfermedad te dolerá y el ruido te asustará antes de que hayas aprendido a llamarme. Mamá no. Marina. Papagena. Diez estrellas más reposan en el fondo. Cien. Mil. Una estrella por cada palabra que digo. La envidia. Sabrás lo que es en ti y en otros antes de que te corrijan mil veces: se escribe con uve. Se sumerge otra estrella justo a mis pies. La guerra se siente mucho antes de que nos atrevamos a anunciar "estamos en guerra". Todo se siente antes de poder vocalizarlo. Pa Pa Palabras. Hay palabras que no existen, como Papageno. Hamman suena a palabra que no existe, hamman: un bostezo interminable por el que se cuelan todos los significados. Papageno, ojalá pudiera yo regalarte tan solo una palabra de sentido ancho, grande, una palabra para todos. Una palabra como tu canto. Pa Pa País no Ma Ma Mamá no Marina Mar Libertad Papá no. Mamá no. País no. Más no. Pero pequeño Papageno, ojalá que no siempre quieras más, aun cuando aprendas la importancia del acento para insistir: más papá, más mamá, más país, más más. Está cayendo la última estrella, larga, lenta. Míralas todas bajo el agua encendida. Cojo una de ellas y le rompo un brazo, que me eyacula certero. Es la concepción de Papageno. Hoy es 13 de agosto y no estoy en un quirófano, sino en los mares estrellados de este hamman. Tú chapoteas entre los guiños del agua, y yo sumerjo la cara mientras se alejan las tinieblas que allá, en tierra seca, aún surcan nuestra casa.

Concepción de Papageno en hamman, por Marina Perezagua

No estoy en la sala de un quirófano, sino en los baños de un hamman, atmósfera sedante como el propofol que me inyectaron para que durmiera, para que soñara contigo, Papageno, sin dolor. Papá no.

Agosto y el ciclo de los sueños

Agosto y el ciclo de los sueños

“Si ves una estrella fugaz, pide un deseo. ¡Pero corre! No vayas a perder tu oportunidad”, esa era la voz de su abuela. De pequeña le encantaban las noches de verano y su carácter se fue forjando soñador de tanto mirar al cielo para ver si alguna de esas estelas doradas pasaba ante sus narices.

Marina Perezagua y su pasión por el mar

Marina Perezagua, pasión por la vida, la literatura y el mar

A veces nuestro nombre configura nuestra personalidad. En el caso de Marina Perezagua también lo hizo su apellido. El agua marina y la literatura son las cosas más importantes de la vida de esta sevillana afincada en EE.UU desde hace 15 años. Por eso es escritora y nadadora de aguas abiertas. “Y entonces comienzo a escribir, que es lo mismo que nadar”, nos cuenta en el relato que publica en el diario El Mundo cuando cruza el Estrecho de Gibraltar a nado en cuatro horas en 2015.

Julio o la fuerza del agua

Julio o la fuerza del agua, por Mara Torres

El rato en la terma caliente sumió a Julio en un estado en el que le costaba reconocerse. Tenía los poros de la piel abiertos, el calor le había desorientado un poco y, envuelto en los efectos del vapor de agua, había llegado a pensar e, incluso, a soñar –no descartaba haberse quedado dormido-, que no estaba allí, sino sentado en un banco entre la densa niebla de una calle de Dublín. Qué cosas, sí él nunca había estado en Dublín.