¿Existe magia en las palabras? ¿Puede nuestra forma de hablar condicionar nuestros ánimos y hasta nuestra esperanza y calidad de vivir? La respuesta es sí y no lo decimos nosotros, lo dice la neurociencia. El poder del lenguaje positivo es tan enorme que tiene la capacidad de mejorar y hasta alargar nuestras vidas y la de las personas que nos rodean.
Resoplidos, frases construidas en negativo, prohibiciones, desgana, bostezos, suspiros… ¿Quién no ha sentido que se iba a quedando sin energías poco a poco, con solo escuchar o pronunciar unas pocas palabras? La actitud es fundamental a la hora de enfrentar el día y, por lo tanto, nuestra vida. Está comprobado que utilizar un lenguaje positivo nos aporta calidad de vivir. Según el filósofo Luis Castellanos, escritor del libro La ciencia del lenguaje positivo, con esta práctica conseguiremos “mejor salud y más años de vida”.
En lugar de prohibir decir cosas negativas, que en sí utiliza una fórmula inversa, nos vamos a proponer utilizar un lenguaje positivo. “No corras”, “ahora no puedo”, “no estoy de acuerdo con tu idea” son frases que podrían cambiarse por “ve más despacio”, “¿Te importaría darme unos minutos y enseguida estoy contigo?” o “tu idea está muy bien, ¿qué te parece si además…?”. Ya hemos hablado del detox emocional y el lenguaje es clave para mantener una atmósfera limpia que nos haga el camino más fácil para conseguir un ambiente inspirador y creativo.
El lenguaje positivo se enseña ya a los niños en el jardín de infancia. Si eres padre o madre, sabrás lo importante que es premiar a tus hijos con halagos o frases que en vez de negar una situación, les planteen nuevas fórmulas de entenderla. El lenguaje es transformador y puede ser clave en la configuración de nuestro cerebro, entonces ¿por qué las prisas y los agobios nos hacen caer tan a menudo en la negatividad?
“El lenguaje positivo tiene facilidad para transformar el cerebro humano con una alta activación” , dice Luis Castellanos. Según el experto en neurociencia y lenguaje positivo, la clave está en tener buenos hábitos o, incluso, en entrenar nuestro lenguaje. Las palabras tienen poder sobre nuestro cerebro y “determinan el rumbo de nuestro pensamiento, nuestra actitud ante la vida e incluso nuestra salud y longevidad”. El lado opuesto del lenguaje positivo es el lenguaje dañino, que a veces gira a la ira o al resentimiento. Este puede ser el causante de un malentendido con nuestros seres más cercanos. “Una palabra negativa tiene que estar contrarrestada con cinco positivas, si queremos volver a construir algo en una relación”.
¿Mejoraría nuestra sociedad si esta práctica fuese general? Seguro que sí. Muchas figuras de referencia, como los políticos o los periodistas en los medios de comunicación, no suelen emplear un lenguaje positivo. A veces abrir un periódico o ver un telediario nos lastran de energía. Según Castellanos, un lugar importante para usar un lenguaje positivo es un centro de salud, “en el hospital necesitamos energía, sistemas de recuperación y, por tanto, palabras que aporten energía. La palabra cambia la biología del cerebro y, por tanto, la biología de tu comportamiento y del comportamiento de tu propio cuerpo. No hay que quitarle los sueños a las personas, hay que potenciarlas”.
¿Quieres entrenar tu lenguaje positivo? En este libro publicado en marzo de 2016 nos proponen tomar conciencia de nuestro lenguaje actual, regularlo mediante entrenamiento y consolidar el lenguaje positivo como un hábito.