Desde que vivimos confinados en casa, estamos aprendiendo a dedicar horas a cosas que nunca hacíamos.
Benditas sean las jaulas si sirven para crecer en el interior y hacia los otros.
Mucha gente cuenta su experiencia y apela a lo excelente de una circunstancia adversa.
Contamos aquí algunas tareas que el tiempo y el coronavirus nos han regalado a muchos:
Hay padres que están dedicando más tiempo que nunca a jugar y a participar en las tareas de los hijos. Todos en casa desde el amanecer, preocupados porque los niños no pierdan interés en la escuela y su aprendizaje, su función se multiplica y supone un reto. Muchos padres y madres se han puesto las pilas y se han convertido en profesores, compañeros de juegos, lectores de cuentos y proveedores de ternura y atención.
Hay recetas que no hacemos porque exigen tiempo. Hartos estamos ya de las croquetas congeladas o industriales que comemos en cualquier restaurante o en casa, aunque las hagan pasar por caseras. Eso se acabó. Por fin, podemos hacer croquetas y congelar para meses. Hacer croquetas es facilísimo, pero exige mucho tiempo. Del puchero, de pollo, de jamón, de gambas, de espinacas, de cualquier sobra que tengamos, hacemos croquetas para deleite del paladar y ahorro en la comida.
Sacar a pasear al perro, jugar con nuestro gato. Los queremos, pero nos cuesta dedicarles atención. Esta es la oportunidad para atender a las mascotas como jamás. En este intercambio de afecto, nuestros animales domésticos nos amarán para siempre porque no nos han visto tanto rato y queriéndolos por tantas horas.
Con mucha prisa, regamos nuestras plantas y les quitamos las hojas muertas. Ya no hay excusa. Es el momento de dedicarse al jardín, al patio o a las plantas de interior. Nuestras macetas y arbustos ignoran los virus, pero anhelan el agua, las caricias y los cuidados para prepararse, porque ya llega la primavera y el verano, tienen que dar flores y frutos, lucir en verde y desplegar más colores.
El cine ha vuelto a mi vida, han dicho algunos. Tantísimas películas que ni vimos en el cine ni pudimos ver en casa. Incluso revisar películas de referencia que nos hicieron crecer. Cada tarde o noche, incluso con provisión de palomitas, después de las tareas diarias, nos espera una película o una serie sin movernos del hogar. Una práctica que nunca debimos perder. Aprender y emocionarnos con la ficción audiovisual que nos enseña lo más humano.
De repente, volver a la lectura. Leerse de golpe tres novelas o autobiografías en una sola semana. Nos cuentan que nunca se ha leído tanto. Revistas, cómics, libros, periódicos. Tan necesaria la lectura para alimentarse de conocimientos o evadirse, este es el momento de no aplazarlo para mañana.
El colmo del cuidado personal: una limpieza de cutis, un baño en casa con exfoliación completa, una tabla de ejercicios. No tendremos otra ocasión para dedicarnos tantos mimos.
Y no menos importante, sino lo más importante: desayunar, comer y cenar en familia cada día. Sin fecha señalada, sin vacaciones o puentes. Hablar de todo en compañía, comunicarse más que en varios años, tertuliar y conocerse. La charla nos hace libres.