Soy un cuerpo que flota.
Un cuerpo vegetal
que gira sobre el agua
en busca de esta luz comestible.
Soy los dedos bulbosos
que abrazan lo mojado
y se extienden
como si no hubiese afuera.
Como si nunca la zarza bajo la piel
y todo lo áspero
que la belleza arrastra.
Hundo al dolor que nace de mis manos,
que se agarra a mis manos
y pasea a mi lado como un hijo bastardo.
Soy el cuenco
que recoge su grito gota a gota
y lo transforma en canto.
¿Qué paz es esta
que se desprende de los ojos
como un fruto?
¿Qué labio, mejilla, vientre,
qué lumbre azul, qué guarida en el roce?
Voy a nacer aquí:
crisálida de vaho.
Ahora sé que el origen
es un hueco en el nombre.
En esta superficie el habla centellea,
tiembla hasta casi borrarse.
¿Cómo decir la alquimia del hammam,
su magia transparente?
¿Cómo decir aquí
donde el lenguaje se ablanda y mengua?
¿Cómo decir aquí donde soy
(al fin)
solo un cuerpo que flota?