Los espectáculos más sobrecogedores y bellos se observan en presencia de un compañero de viaje y de vida al que a veces no tenemos muy presente, el silencio. Imagina por fin poder ser testigo de una aurora boreal; llegar a la cima de una montaña después de horas de caminata justo cuando atardece; mirar a los ojos a tu hijo por primera vez. El silencio enaltece los momentos únicos.
Según Ramón Panikkar, escritor español, existe una “sigefobia” en nuestra sociedad actual o miedo al silencio. Cuando las palabras faltan en un grupo de personas se crea un ambiente tenso y, a veces, una de ellas saca cualquier tema de conversación, por muy poco trascendental que sea, para mantener el ruido. ¿Por qué nos incomoda tanto el silencio con los demás? El silencio nos conecta con nosotros mismos y, a veces, también con otras personas. El lenguaje corporal, la empatía, la complicidad, las sonrisas, miradas y gestos son a veces los mejores aliados en las relaciones interpersonales.
El silencio es un elemento cotizado. Solo en su presencia podemos percibir algunos sonidos. Como si fuesen piedras preciosas en cuevas en altamar. El murmullo de las olas del océano. Los susurros al oído de las palabras más tiernas. El crujir de las hojas otoñales bajo nuestros pies. El plañir de un violín. El crujido de la madera de un piano… La banda sonora de lo auténtico es imperceptible al oído. Y tan reconfortante para el alma.
La ciencia también ha demostrado que sus beneficios son reales para nuestra salud. Puede conseguir bajar la presión sanguínea. Reforzar nuestro sistema inmunológico. Recargar tu energía… Nuestro cerebro necesita oxigenarse. Pensar claramente y recargarse. Se nos olvida respirar. Tener los pies en el suelo. Conectar con nosotros mismos y apagar las voces que resuenan cargadas de preocupaciones y prisas. El silencio es el mejor aliado para alargar la juventud y nos reconcilia con nuestra parte más humana, sosegada y feliz.
El ritmo rápido de nuestra rutina contamina a nuestra sangre también de adrenalina y cortisol, dos elemento naturales que genera nuestro cuerpo, y que son la principal causa de mortalidad del planeta. Treinta minutos de silencio al día pueden ayudarnos a bajar estos niveles, devolviéndonos paz y relajación y, lo que es más importante, revolucionando nuestra vida para hacerla de una calidad mejor.
A veces se nos olvida incorporar a nuestro día acciones primordiales. Como respirar o mirar dentro de nosotros mismos. Pero no significa que no sean motores fundamentales de nuestra vida. Si alguna vez las ideas se aturrullan en tu mente. Tan intensamente que sientes cómo van presionando otras partes de tu cuerpo: boca del estómago, pecho, espaldas… Si alguna vez sientes que has perdido el norte. Y experimentas cansancio y nerviosismo sin razón aparente. Busca un refugio para conectar contigo mismo. Ylleva siempre contigo a este estupendo compañero de viaje.