Octubre esconde un obsequio envuelto en una capa de hojas de otoño. Todo es redondo, como la vocal predominante en esta esta frase y esperanzador, como la uve que forman las bocas cuando sonríen. Octubre ha llegado de pronto, como esa visita que se presenta en casa sin avisar. ¿Cómo se ha ido septiembre tan deprisa?
Inesperado e intenso guarda un regalo en su cesta. Junto con las castañas, boniatos y setas, octubre está cargado de vitalidad para afrontar todas las tareas diarias, que a veces tiñen de ocre nuestras vidas; pero también para darnos toda la energía que requieren los planes improvisados, esos que pintan nuestra rutina con pinceladas de rojo intenso y naranja fuego. El ser humano es un animal de costumbres, dicen. Pero insufla a su equilibrio y orden diario algunos momentos únicos semanales y será feliz.
Recitaba el otro día Andrés Aberasturi una de sus “poesías de la vida” en el programa de radio “No es un día cualquiera”. La protagonista era la estación que acaba de inundar todas las hojas de los árboles y que inaugura nuevos espectáculos visuales de luces al atardecer. Decía así : “Mira, la vida es una cosa rara que pasa a nuestro lado y donde siempre hay que elegir entre la dignidad de la lucha o la fácil entrega. Seguramente tú, escuchante de hoy, estás en ese trance. Pues bien, yo te animo a luchar, a no dejarte caer en la redes, siempre oscuras de una tristeza cómoda. Y, porque he sido testigo y he visto muchas noches cayendo desoladas, sentado ya y tranquilo, igual que un niño chico en las rodillas del otoño, te digo que merece la pena levantarse cada día y mirarse al espejo sin esquivar los ojos. Que merece la pena arriesgarse y caer, si es necesario, para volver a levantarse con el orgullo intacto por haberlo intentado. Que merece la pena, aunque la pena duela y te sangren las manos, sujetar, pese a todo, la rienda de tu vida. Ese es el juego mientras dure. Así debe ser durante mucho tiempo. Tanto, que no se acaba hasta que un otoño de pronto te das cuenta que cabalgas sin prisas y sin espuelas, tranquilo ya de vuelta siempre a la tibieza azul de los recuerdos”.
Tanto si cabalgas por la vida intensamente y al trote como si ya caminas por ella con la relajación que dan los años, no dejes de echar siempre en tu equipaje grandes dosis de vitalidad. O al menos todas las que puedas. Es tan fácil que esta quede tapada por la densa capa de la pereza… que es preferible entrenar frecuentemente, como si se tratase de un músculo, a esta compañera de viaje. Porque vivir implica emocionarse y retarse cada día, aunque sólo sea para conseguir cosas muy pequeñas. Reconforta saber que seamos jóvenes o viejos, lo vital siempre vendrá con nosotros, porque es una cualidad intrínseca al ser humano mientras estemos vivos. Octubre es un mes para sentirse dinámico y fuerte; para cargar con toda la vitalidad que nuestro cuerpo nos deje abarcar y guardar provisiones porque el invierno está a la vuelta de la esquina.