A veces nos dejamos arrastrar. Por la fuerza densa que empuja a nuestro cuerpo a la desidia de los luego, los mañana y los dentro de un rato. Lánguidos compañeros que se cuelan irremediablemente por los huecos de nuestros días. Haciendo que nuestro ritmo se vuelva cada vez más pesado. En noviembre celebramos el ciclo del Tiempo. Este mes nos recuerda que el presente es un lugar para habitar sin demora.
La apatía y la procrastinación pretenden aplazar y posponer el instante, el ahora. Nos movemos lentamente. Como un bostezo que se alarga del primer café de la mañana hasta el medio día. El impulso universal de dejar las cosas para más tarde hace su aparición. Y somos como perezosos buscando un salvavidas. Luchamos por derrotar a estos enemigos haraganes. ¿A qué nos agarramos cuando aplazamos momentos?
Quizá nos parezca que la eternidad nos acompañe y que uno al final puede volver siempre a los viejos sitios donde amó la vida. Como dice la canción de Mercedes Sosa. ¿Podemos volver a los lugares donde fuimos felices? Según otra canción de Joaquín Sabina, no es recomendable. Pero ni siquiera respondemos preguntas. Sino que miramos embelesados al frente. Mientras vamos echando al cesto de planes por hacer las oportunidades que nos dicen que ahora es el momento.
Noviembre empieza con una dolorosa verdad. Los que se fueron ya no volverán. Siempre estarán con nosotros en nuestro recuerdo, y así lo celebramos el día 1. Pero la vida solo sigue su rueda con los que aún conservan su latido. La sensación de terminar algo después de un esfuerzo es siempre reconfortante. Aunque a veces nos parece mucho más hedonista la inmovilidad de reposar sobre una superficie mullida.
Como dice un poema de Patricia Benito, ¡vive! “Y si algo no te gusta, cámbialo. […] Tengo que, nunca es un buen comienzo. No hagas nada que empiece por estas palabras. Quiero/amo/voy/puedo, es la mejor manera para construir tus frases, tus días y toda tu vida”.
Aunque no hay nada más humano que la demora, por favor, no demores la vida. Ni el tiempo de amar, de reír, de disfrutar, de aprender, de enseñar, de perdonar, de pedir perdón, de ayudar. O el instante para la belleza, para estar con los tuyos, para tomar decisiones, para coger trenes. ¡Vive!
Noviembre es un mes perfecto para celebrar la atemporalidad y todo lo que tiene que ver con aquello que trasciende el tiempo. Tenemos la suerte de contar con los versos de la poeta Raquel Lanseros, que pone voz nuestro almanaque de este mes con el poema El sueño del hammam y que es un canto al momento, a la vida, a nuestro cuerpo como un templo. “¿Qué nombre le pondré a este cuerpo de agua? / Mi cuerpo hospitalario sumergido en el tiempo. / Puedo llamarlo templo, pequeño santuario. / Un altar erigido en nombre de la vida. / La vida no se juzga, no se objeta / no se negocia, no se cuestiona. / La vida sólo se honra, como el agua”.