Pensamos en clave de invierno. Descubrimos lo que apenas merece atención y sin embargo merece toda la atención. Qué hacen las manos: mil cosas cotidianas y extraordinarias: gestualizar mientras dialogamos, practicar la comunicación no verbal y no consciente (Flora Davis, una joya de ensayo para conocernos), expresar sentimientos, acariciar, apretar en los abrazos, cocinar los alimentos, teclear móviles y portátiles, tocar música, preparar recetas, tomar el pulso a la fiebre, palpar la madurez de un fruto, rozar las mejillas, el pelo o los labios, sujetar o impedir una caída, sembrar plantas, limpiar las superficies y los rincones, organizar los ladrillos y los cimientos, decorar los espacios habitables, sanar las heridas, servir las copas, escribir en la pizarra los quebrados y ecuaciones, señalar direcciones, cambiar pañales de bebés, inyectar el medicamento, maquillar las ojeras, pintar los labios, peinar los cabellos, extraer los minerales, regar las flores y los arbustos, tejer prendas de abrigo, bordar motivos, dibujar escenas de animación, pintar el arte clásico o de vanguardia, hacer esculturas, enviar mensajes a través de las redes, dar placer, aliviar las tensiones del otro. Y mucho más.
Las manos se transforman en el alma de la actividad y la inteligencia, ofrecen más información que todo nuestro cuerpo. Nosotros las guiamos para realizar tareas necesarias y ociosas. Necesitamos las manos para la comunicación y la expresión, como herramientas de la personalidad y de nuestro yo profundo. Manos como niños aprendiendo a caminar.
Con las manos hacemos un mundo, incluso este mundo, el que nos importa y depende de nuestras manos. Este mes de febrero es invierno de reflexión. Hay que pensar.
Con las manos hemos evolucionado en la creación desde el principio de los tiempos. Las pinturas rupestres fueron manos ensayando las primeras manifestaciones del arte. Los monumentos y las catedrales fueron manos esclavas poniendo cimientos y cúpulas, mientras iban dejando sus vidas. Los rascacielos fueron manos cayendo al vacío después de poner vigas y ventanas. Los patios romanos fueron manos ideando espacios de interior luminoso. Las pirámides fueron manos fuertes subiendo piedras por las rampas.
Y luego, en lo doméstico y en la cotidianidad, las manos han conseguido la supervivencia: manos que han extraído los minerales, manos que han dado a luz, manos que han cosechado los alimentos, manos que han fortalecido a los hijos, manos que han probado en los laboratorios todas las vacunas, manos que han operado la peor enfermedad, manos que han detectado un bulto en el cuerpo, manos que han salvado a niños de un destino fatal.
Nuestras manos permanecen como vigías de la existencia hasta el final. No olvidemos nunca que todos necesitamos las manos propias y las de otros que nos amparan. En las manos se hallan todas las posibilidades de la comunicación.
Y tal vez por eso las manos han sido fuente de inspiración y motivo para algunos poetas, como Vicente Aleixandre, nuestro premio Nobel, que escribió: “…manos con vida que volantes se buscan / y cuando chocan y se estrechan encienden / sobre los hombres una luna instantánea”.