Tantos millones de personas en el mundo, que si tuviéramos que aunar en pocas palabras lo que nos define, solo podríamos acertar a exclamar ¡diversidad! Aunque siendo atrevidos, quizá un punto en común de toda la humanidad sea la búsqueda de la felicidad. Tan ansiada por todos, que tiene su propio Día Internacional, el 20 de marzo, momento que Naciones Unidas eligió para visibilizar el papel tan importante que este estado de ánimo tiene en nuestras vidas. Pero, ¿qué nos hace felices?
La alegría es la protagonista en nuestro mes de abril y su forma se nos antoja tan sencilla, como compleja. El cine nos la materializó en estado de pequeños placeres que reconfortaban a la icónica Amelie Poulain. Cosas como meter la mano en sacos de legumbres, romper la capa de azúcar caramelizada de la crème brûlèe con una cuchara, verle la cara en la oscuridad a la gente en el cine o tirar piedrecitas en el canal de Saint Martin. El mosaico se parece al cuento de la lechera, ya que si alguien nos preguntara por la forma de nuestra felicidad plena, seguro que empezaríamos a pedir lunas lejanas. Fama y dinero, son algunas de las respuestas más repetidas. Pero, si de verdad pensamos en lo que llena nuestros huecos de vacío, probablemente tendríamos mucho más en común con el personaje francés de Jean-Pierre Jeunet y nos decantaríamos por las pequeñas cosas.
Hay incluso un ránking de países que saben bien de qué va eso de la felicidad. El Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas dice que este año, por primera vez en cinco ediciones, Noruega le ha quitado el primer lugar a Dinamarca, que se sitúa en segundo puesto, siguiéndole de cerca Islandia y Suiza. Para llegar a estas conclusiones han tenido en cuenta factores como el producto interior bruto, las ayudas sociales, la esperanza da vida, la libertad, la generosidad y la falta de corrupción.
Pero, retomando la pregunta, ¿qué nos hace ser felices? El psiquiatra Robert Waldinger, de la Universidad de Harvard, es el cuarto director del estudio más largo de la historia que se centra en esta materia y que ha estudiado durante 75 años a las mismas personas, 724, para determinar qué nos produce verdadera felicidad y satisfacción personal. Tantas décadas y tantos sujetos para llegar a una conclusión muy sencilla que Waldinger deja clara en esta charla TeD: “Las buenas relaciones nos hacen más felices y más saludables. Las conexiones sociales nos hacen bien. Resulta que las personas con más vínculos sociales, con la familia, con los amigos o la comunidad, son más felices, más sanas y viven más que las personas que tienen menos vínculos. Y experimentar soledad resulta ser tóxico”. Y como experimentar soledad no tiene que ver con el número de amigos que tengamos, la segunda conclusión del estudio es que lo importante es la calidad de estas relaciones más cercanas porque vivir en medio del conflicto es muy malo para la salud. La tercera conclusión es que las buenas relaciones no solo protegen al cuerpo físicamente, sino también al cerebro.
Ante la terrible e hipotética pregunta de qué haríamos si descubrimos que nos quedan pocos días de vida, muchos de nosotros diríamos que expresaríamos nuestro amor a las personas que son importantes para nosotros. Parece que al final, aunque las diferencias nos hacen más singulares y valisosos, hay una parte básica de nosotros que coincide en sentirse plena, sana y feliz, si tenemos cubiertas las pequeñas cosas y nuestras relaciones más cercanas. La alegría de abril nos hace conectar con nuestra parte más auténtica, esa que siempre intentamos mantener intacta, aunque luego nos guste arriesgar y emprender altos vuelos.