Aprovechando que tenemos muy cerca el día del padre (por cierto, ¿sabéis ya qué váis a regalar? Si no, en este enlace os dejamos una sugerencia 😉 queremos evocar la figura del padre en la antigua Al Ándalus.

Es conocido que la sociedad andalusí era eminentemente patriarcal. Esto significaba que el hombre era dueño y señor de su casa: tomaba las decisiones y dirigía los destinos de cada familia. Asimismo, tenía la potestad de repartir su herencia entre los hijos más afines (que no siempre lo eran por igual ante el progenitor, siendo frecuente que se premiara a la descendencia procedente de la mujer con la que el padre tuviese una mayor afinidad.

En consecuencia, al evocar la figura del padre en Al Ándalus, debemos referirnos inevitablemente a la existencia de los harenes. Precisamente, las mujeres que conformaban el harén eran usuarias frecuentes de los primeros baños árabes en las ciudades andalusíes de la Península Ibérica. Según la ley islámica un musulmán podía tener hasta cuatro esposas, aunque la realidad es que era frecuente que conviviese con muchas más, siempre que su nivel económico se lo permitiese, dado que el cabeza de familia era el responsable de mantener a todo el conjunto de personas. Paradójicamente, contrariamente a lo que se pueda pensar la poligamia no era algo extendido a toda la población musulmana, principalmente por una cuestión económica, ya que en las clases más bajas, era muy difícil contar con varias mujeres.

Pero la mujer en Al Ándalus no siempre fue una figura sometida a las voluntades del varón. Existen testimonios que certifican que hubo féminas que gozaba de ciertas libertades algo avanzadas con respecto a sociedades contemporáneas del antiguo Al Ándalus, sobre todo en el apartado de los estudios y las artes.

Sea como fuere, la condición patriarcal de Al Ándalus marcó la manera de vivir de una sociedad en la que la influencia del cabeza de familia era determinante en aspectos sociales, culturales y de convivencia.

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