Después de renovar nuestros propósitos y energía en el primer mes del año, llegamos a febrero. El ciclo que en el que nos cargamos de confianza. Solo cuando comprendemos que todo lo que nos ocurre en la vida tiene sentido y razón de ser, conseguimos soltar lastre y liberarnos para poder vivir lo más intensa y plenamente posible.
Hay nombres que puede configurar la actitud de una persona ante la vida. Nuestros padres eligen la que será nuestra identidad con la intención de forjar nuestra naturaleza desde la cuna. Por eso hay Valentinas que destacan por su valentía y Leos que sobresalen por su fortaleza. Al principio todo es seguridad y confianza.
Llegamos a este mundo diminutos y despojados de todo artificio. Como si hubiese un impulso mágico en esta puesta en escena nuestra que supone abrazar a la nueva vida, unas alas invisibles nos permiten aterrizar en suelo firme. Después de haber nadado en el refugio materno por 9 meses, como si tuviéramos cola de sirena, estamos preparados para todo lo que ahí afuera nos espera. Hay algo ahí detrás, en la antesala a este mundo, inexplicablemente asombroso y misterioso a la vez. Llegamos desnudos de miedos, inseguridades y vulnerabilidades. Solo nos cubre un velo de confianza ciega y unas ganas de aprender todo lo nuevo que nos espera.
Del gateo pasamos a los primeros pasos; aprendemos a montar en bicicleta y de ahí pasamos a correr con todas nuestras fuerzas. Si tenemos que pedir deseos siempre aspiramos a lo más alto que alcanza nuestra imaginación. Para un niño nunca hay límites… Hasta que llegan las primeras caídas y aprendemos el significado de que nos digan que no.
Con el paso del tiempo y muchas vivencias aprendidas, nos toca abrazar debilidades. Y a partir de ahí todo se convierte en una dicotomía: desaprender para volver a aprender; deconstruir para construir unos pilares más seguros.
Febrero nos recuerda que sigue habiendo en nosotros un niño despierto y lleno de ganas de celebrar cada día. Es el momento de escuchar a nuestra voz interior, seguir a nuestra intuición para que podamos disfrutar de lo que significa ser nosotros mismos. Nuestro instinto nos dirá que es lo correcto, independientemente de lo que digan los demás. Todos los pasos andados serán para nuestro propio bien. Y si nos equivocamos no pasa nada, todo lo que nos ocurre sirve para cargar un poco más nuestra maleta de vivencias y poder usarlas en algún otro momento para tomar otras decisiones. No hay experiencia que caiga en saco roto.
Es el momento de confiar en la vida y aceptarla plenamente tal y como es. Confianza se escribe con “C” de Corazón, de Complicidad, de Compromiso con uno mismo y con los demás. Se escribe con “C” de Creación de la realidad que más nos llene después de observarnos a nosotros mismos y a nuestro entorno. El desprendimiento y la confianza nos hacen avanzar más que el deseo de exigir y luchar. Confianza se escribe con “C” de Construir cada día como si fuera una obra de arte única e inimitable. Febrero se escribe con “C” de Confianza.