“Queremos exportar las tradiciones y la forma de entender la cocina de nuestras madres”

━ Paloma Amat, CEO de Sazón

Esta entrevista comienza con un ejercicio para el lector. Imagine que entra en casa de su madre, de su abuela o de cualquier familiar asociado a momentos agradables de su vida. ¿Qué aroma acude al recuerdo? Tal vez el denso olor de un puchero recién hecho, o las croquetas de jamón que nadie más sabe cocinar. Qué suerte poder almorzar así, con esa mesa de domingo repleta de platos y cariño. 

Qué suerte sí. Es lo que pensó Paloma Amat hace un par de años cuando, fruto de su dilatada experiencia en el sector turístico granadino, decidió que había llegado la hora de hacer algo diferente. ¿Qué no daría un turista por poder sentarse en un hogar del Albaicín a tomarse un buen plato de gastronomía granadina? La respuesta ha tomado recientemente forma de web, de proyecto experiencial, gastronómico y hasta social: Sazón

Alejado de los circuitos convencionales del turista que visita Granada, Sazón pone en contacto a cocineras granadinas – madres, abuelas, vecinas de toda la vida- con el viajero que va buscando una experiencia más auténtica. ¿Y qué mejor forma de conocer una cultura que a través de sus platos? 

De eso hablamos en esta entrevista con Paloma Amat, justo cuando comienza a rugirnos el estómago. 

¿Cómo nació la idea de Sazón? ¿En qué se han inspirado? 

R: Tenemos una empresa de apartamentos turísticos y los visitantes siempre nos hacían la misma pregunta: ¿dónde podemos comer auténtica comida local, alejándonos de los sitios para turistas? Era una pregunta a la que no podíamos responder muchas veces con honestidad. Y pensábamos: si esta gente pudiese probar lo que cocina mi madre o mi abuela… De ahí nace la idea, se trata de exportar a nuestras madres, sus tradiciones y su particular forma de entender la cocina. 

Entiendo que han buscado propuestas similares… con poca suerte. 

R: Hemos encontrado plataformas que ofrecen una experiencia compartida con otros turistas pero al final te vas a volver a meter en el circuito de lo que espera un turista: sangría y paella en Plaza Nueva. Pero no hay ninguna plataforma que verdaderamente ofrezca la autenticidad de la comida y de los sabores que son tan nuestros. 

Nuestro mayor tesoro son las cocineras: son madres, abuelas, mujeres de Granada que llevan toda la vida cocinando y entienden como nadie la gastronomía local. Una experiencia como comer en casa de mi madre un arroz con conejo… (risas) ¡Eso no lo está ofreciendo nadie! 

Lo que proponen va mucho más allá de un almuerzo o cena habitual en un restaurante. Es casi una oferta para conocer la cultura local. 

R: Totalmente. Tú vas a entrar a una casa real, no a una terraza u otro local. La señora tendrá en el salón las fotos de su boda, de su familia, su decoración… eso habla mucho de cómo somos y cómo vivimos. Nuestra vajilla, nuestra mantelería… Más allá de la comida, no hay país en el mundo en el que se prepare igual la mesa para una comida, eso es algo que también queríamos mostrar. Porque imagínate, nuestras cocineras preparan el almuerzo con sus mejores galas, le ponen mucho cariño y se nota. Eso va mucho más allá de lo gastronómico. 


No debe resultar fácil encontrar a madres o abuelas que quieran abrir su cada a desconocidos. ¿Cómo localizan a esas madres? 

R: Hemos encontrado de todo. Hay muchas mujeres en un rango de entre 50 y 70 años, jubiladas o sencillamente amas de casa, que tienen a sus hijos mayores y cuando les hemos comentado el proyecto se han vuelto locas de poder recibir a gente en su casa… Tenemos una ‘legión’ pequeñita de cocineras, todas muy emocionadas con el proyecto. 

Además del aporte económico que tiene, supone un efecto de reconocimiento de su labor como cocineras; también de ocupación, de sentirse útiles. 

Me imagino al ‘típico’ extranjero y cómo interactúa con una señora del Realejo o el Albaicín. Se deben dar situaciones muy curiosas. 

R: El turista que se embarca en tener una experiencia de este tipo es porque desea y está abierto a salir de la zona de confort y del circuito turístico. La acogida es maravillosa y fíjate que pensábamos que iban a interactuar menos con las cocineras por la barrera idiomática, pero resulta que nos mandan fotos abrazados a las cocineras, se generan vínculos. Es una experiencia que está teniendo muy buena acogida. 

¿Hasta qué punto se conoce la gastronomía granadina? No digo ya fuera de la provincia, sino incluso entre sus propios habitantes. 

R: Yo estoy descubriendo platos que no imaginaba que existían. ¡Me estoy comiendo unos platos alucinantes! Por ejemplo, tenemos una cocinera que es del Altiplano y hace una sopa de almendras con huevo… No he probado nada más bueno en mi vida. Además, todo con una presentación preciosa y con unas albondiguitas de pan que hace ella con harina de su pueblo. Es una receta de su bisabuela. Estamos redescubriendo platos maravillosos del recetario granadino. 

La oferta que tienen incluye almuerzo en una casa del Sacromonte con vistas a la Alhambra, tomarse unas lentejas en un patio del Realejo… también el contexto de la comida es importante. 

R: Sin duda. Tenemos hasta casas que están ubicadas hasta en el Zaidín. Es salir de los circuitos tradicionales, conocer nuevos edificios, tipo de gente… Hace unos años, cuando los turistas iban al Realejo alucinaban de ver a las señoras del barrio. Es conocer lo auténtico. Además, todo esto enriquece al barrio: que esos turistas puedan comprar en las tiendas de la zona, por ejemplo. 

El proyecto de Sazón tiene una parte muy interesante, y es que quiere involucrar a las propias cocineras de Granada para que ellos mismos se ofrezcan a colaborar. Es una parte también muy social. 

R: Estas señoras van a la plaza de San Agustín, compran el bacalao más caro, los mejores ingredientes… Nosotros les decíamos que lo mantuvieran simple, con un entrante suave, un segundo más contundente y un detallito para el postre, pero ellas vuelcan toda su ilusión y sus ganas y al final terminan con un menú maravilloso que casi no les sale a cuenta. 

Efectivamente, para ellas es su orgullo. Están encantadas de recibir en su casa, de dejar un buen sabor de boca, de acoger bien. Sacan lo mejor de sí mismas. Sí es verdad que otras cocineras necesitan este aporte y ayuda económica, algunas tienen a todos sus hijos en paro, así que este proyecto también aporta en este sentido.