En el fin de ese calor excesivo, allanada con calma a esta nueva estación, Córdoba propone su universo de historia y cultura. Todo vuelve a su esencia. Capital del mundo que fue, capital de ruinas excelsas, capital del futuro evocador, Córdoba exhibe su trastienda de tesoros y su perspectiva de porvenir sin soberbia, callada en el interior de una Andalucía que grita su supervivencia por dignidad y derecho. No se rinde a su historia porque sigue haciendo historia cada día con el corazón a punto. Hay dos temporadas para sumergirse en Córdoba hasta el fondo: después del frío, es decir, su primavera; y después de infernal calor, o sea, este mismo otoño. Tenemos suerte.

Esta ciudad de provincia tiene mucho  que ofrecer más allá de su pasado. Córdoba no es solo turismo ni presencia andalusí, Mezquita, Medina Azahara y Judería, tan explícita e impresionante su historia que parece opacar lo actual. Porque sigue apostando por su permanencia como centro mundial de la intelectualidad que aúna pretérito y porvenir. Si su pasado pesa, pesa más lo que proyecta porque resiste los embates del tiempo.

Tanta belleza concentrada en su periplo urbano y en sus barrios sin duda obligan a un esfuerzo propositivo por parte de las instituciones. Esta ciudad no olvida su memoria y ante todo renace cada otoño para extender la gloria hasta mayo, su mes de eclosión, en el que convence porque entonces nada pueda superarla.

Ahora que el turismo veraniego decrece, Córdoba se agiganta. Precisamente porque ya no mata la temperatura, porque resulta fácil caminar por sus calles, precisamente porque todo se va poniendo a la mano para acoger a sus habitantes y a los que lleguen de lejos. Mil propuestas se ofertan sin límite, invitando a recorrerla y a vivir su interior mientras se disfruta de la actualidad.

Por ejemplo, hay que echar un vistazo a la Filmoteca de Andalucía, que invita a pases de películas tan inolvidables como esenciales para nuestro aprendizaje audiovisual. Cine de todas las nacionalidades, que no veremos en cartelera, pero alimentarán nuestra visión del mundo. No solo Berlanga, que también, sino cintas de John Ford, Tarantino, Orson Welles, Peter Jackson, Denys Arcand, y otras de Alemania, Polonia, Paraguay o Bulgaria. Una maravilla de programa cinematofráfico para no perderse, porque no lo veremos en casi ninguna parte y se nos olvida que podemos dedicar algunas tardes para vivir el cine.

Y hay más: el Concurso Nacional de Arte Flamenco, desde el 5 al 23 de noviembre, con actuaciones de grandes artistas. Y si miramos la agenda, teatro, conciertos, exposiciones, conferencias. Ya no vale decir que vivimos en la periferia, porque ahora el centro de la actualidad se acerca a las ciudades.

Si optamos por un baño otoñal en el Hammam de Córdoba, experimentamos la historia como presente inmediato para nuestro bienestar. Si reposamos en el Patio de los Naranjos de su Mezquita, volvemos a nuestros orígenes. Si paseamos en el laberinto de la Judería, descubrimos la pasión y el andamiaje de nuestros ancestros. Córdoba nunca decepciona y siempre deslumbra.