Lo que sabes y no sabes. Lo que practicas y lo que no. Lo que te interesa y lo que desdeñas. Todo es cultura. Tu mirada sobre las cosas es cultura. Tus habilidades son principios de cultura antigua y actual. Más que nunca hemos aprendido en este confinamiento y en una circunstancia hostil entre la vida y la muerte que en la cultura estamos todos: creadores, espectadores, lectores, desinteresados, ensimismados en su pequeño mundo. Todos. Hacemos cultura cada día sin ser conscientes. Cada persona en su ámbito representa cultura.
Desde luego que hay quienes se dedican a la cultura con mayúsculas, como profesión y aspiración: actores, artistas, directores, escritores, músicos, bailarines, y otros. Pero no tienen el patrimonio de la cultura solo los que trabajan directamente en ella. La cultura está también en cada cual, construyendo miradas y actos y trabajo y cotidianidad. Veamos a qué nos referimos.
Pensemos un minuto en cualquier ama de casa: su trabajo, sus ritos, sus cuidados, la educación que ofrece a sus hijos. Todo cuanto hace está generando cultura contemporánea. Es decir, una visión sin pretensiones, pero que contribuye a formar seres humanos, a mantener o desdeñar una alimentación concreta, a perpetuar tópicos o a aceptar otra propuesta ideológica. Es cultura actual, popular.
Pensemos medio minuto en cualquier lector: está asimilando conocimientos y reflexiona, está formando su espíritu rebelde o conformista, imaginativo o anquilosado. Se trata sin duda de una cultura íntima que influirá en cuanto realice.
Pensemos un rato en cualquier profesional de cualquier ámbito. Esa persona singular que no para de adquirir nuevos conocimientos: programas de ordenador, datos objetivos y subjetivos, material diverso y tecnicismos, estrategias para promocionar, habilidades para sobrevivir en un entorno competitivo. Pues bien, está adquiriendo cultura y generando cultura de hoy mismo, la que nos guía al futuro.
Pensemos media hora en los niños que van a la escuela y salen a la calle libre del juego. Están aprendiendo cada minuto mil asuntos de interés, ya sea matemáticas o geografía o maneras de relacionarse con los compañeros, amigos y profesores. Son semilla de cultura en ciernes, inteligencia viva y en progreso de este siglo.
Pensemos cada día en nuestras tareas mínimas, porque estamos gestando mil formas de cultura, ya sea en alimentación, en costumbres, en perpetuar ritos o combatirlos, en cumplir objetivos o dejarnos llevar sin rumbo, en claudicar ante la realidad o aportar en ella nuestro espíritu. Hasta el cuidado de nuestra ropa es cultura.
Pensemos siempre siempre que cada cual posee un trozo de presente que apunta al futuro, no importa si somos anónimos o no, no importa si triunfamos o vamos tirando. Estamos creando cultura sin saberlo, sin pensar demasiado, solo en el camino de ser seres humanos en activo, con las contradicciones y las certezas de estar viviendo.
No pienses en tu gran obra: tu libro, tus pasos de baile, tu escultura, tu actuación. No. Piensa más en que tu sola existencia está formando el mundo en que vives, con tus actos más grandes y con tus gestos más pequeños, incluso en la manera en que besas y acaricias.