Estoy hecho de los pasos que he andado, de los besos que me han hecho sentir vida y de los consejos que me han susurrado; de las manos que me han recogido, de los abrazos en los que me he quedado a vivir por temporadas y de los atajos angostos que he elegido para llegar a las cimas por las que he apostado; Estoy hecho de los amores imposibles, de las risas que vivieron dentro de mí y de los días en los que solo cupieron ansiedades. Hoy estoy aquí así y no de otra manera, gracias a que ella, la creatividad, vino conmigo.
Todas las civilizaciones que nos preceden y las que vendrán tienen un mismo origen, si desandamos todos nuestros pasos. Cuerpos desnudos que llegaron a esta vida al natural, sin ropas ni filtros, recién salidos de nuestra madre. Como cuando estamos entre las aguas del hammam, cuando llegamos a este mundo solo nos compone nuestra esencia y una intuición: “soy un paisaje virgen, que pronto buscará llenarse de experiencias”. Así damos la bienvenida al mundo, como una declaración de intenciones. Con ella podemos dibujarnos, moldearnos, curtirnos o escribirnos como queramos ser.
La creatividad es una compañera que hace que la danza nos acompañe. A veces con movimientos más precisos, otros con pura tosquedad y arrojo. También se muestra en silbidos, dibujos, decisiones y canciones. Tenemos la posibilidad de añadirla a nuestra lista de mejores amigas para sentir libremente y expresar todo lo que tiene que ver con nosotros mismos. Aunque a veces nos agobie tener tanta libertad para hacernos a nuestra imagen y semejanza y nos decantemos por elegir a la inseguridad.
Mujeres y hombres de la historia la usaron para poner en el mundo la poesía, para expresar alientos y despedidas; exaltaciones y nuevos comienzos de etapa. Como cuando vamos al hammam a mecernos en sus ritos y aguas a distintas temperaturas, la creatividad nos da la oportunidad de entregarnos a nuestra voz interior. Al principio nos resistiremos, como cuando nos cuesta alejar las preocupaciones mientras nos dan un masaje. Pero después, nos entregaremos a todo lo positivo que puede aportar a nuestra vida. Como una isla a la que acudir cuando perdemos el rumbo.
Volvamos a mirar hacia nuestro interior en marzo. El refugio del hammam nos recuerda que somos agua y que podemos utilizar la creatividad para dibujar con sus líneas lo que queramos ser: inteligencia, amor, vida. Aprovechar esa serenidad que nos dan sus rincones para reencontrarnos con nuestros sentimientos y nuestro yo interior, como cuando estábamos en el útero de nuestra madre. Tener el valor de ser quien queremos ser.