Día Mundial del Agua porque cada día somos agua. Y agua necesitamos como agua de mayo, de marzo, de agosto, de noviembre.
Hay que cuidar el agua como si fuera un jardín privado, porque el agua supone nuestro alimento imprescindible, más que un árbol, más que una mata de hierbabuena. Hay que mimar el agua como a un bebé y besarla en sus moléculas de hidrógeno y oxígeno porque sin ella no somos nada. Hay que acariciar el agua en nuestro cuerpo y beber agua para que la sed no grite.
De hecho no pensamos en su presencia a menudo, porque está ahí como cualquier paisaje o rutina, al levantarnos cada mañana: agua de la ducha y del café despertador. Pero ella estalla permanente en nuestra vida en cada baño, sopa, vino, ensalada y calle.
Y luego está el agua de lo ríos y los mares, de las cataratas, de los arroyos y las fuentes. A veces como adorno, pero nunca superfluo.
Agua de los alimentos y de los charcos, o agua estancada en las piscinas. Agua que corre y brota de los manantiales y agua dormida en el subsuelo, en los pozos subterráneos. Agua que bendice la frente de un recién nacido, pero también agua que lo baña y leche que lo alimenta. Agua que se atesora en los desiertos y hay que extraerla fósil como el petróleo. Las mujeres del Sahara se han hecho expertas exploradoras. Agua de los océanos, salada, no potable, que se evapora y genera la lluvia. Agua salada también son las lágrimas de dolor o de emoción o de risa. Necesarias a veces las lágrimas, es verdad, alivian y corren con motivo. Amemos por tanto la lágrima, que es agua, como amamos la sangre que nos da la vida, porque también es agua.
Y rompe el agua en los partos y así comienza una vida. Y sana el agua de los jarabes. Y el agua hidrata las células de todo el cuerpo. Porque bendita es el agua que limpia por fuera y por dentro, que espanta las sequías del espíritu y sacia la sed de conocimiento.
Agua para el sediento y para los que no notan la sed. Agua de lluvia desde el cielo, desde las nubes arriba, qué milagro de la naturaleza. Los labradores auscultan el movimiento de las nubes como astrólogos que ignoran las estrellas, porque para ellos son más interesantes los anticiclones, las borrascas y las tormentas.
Agua que en calidad de rocío salpica los amaneceres en los campos, sobre los automóviles y sobre las flores. Agua que se esconde en las sequías, pendiente de caer antes de la muerte. Agua que se viste de nieve cuando hace mucho frío. Agua helada y sólida en el hielo. Agua en copos de nieve que luego se derrite. Agua ardiente que hierve de los géiseres y se desliza su masa por los glaciares. Agua que nos envuelve en el Hammam como un nido de plumas arropa al polluelo.
Agua y deseo ardiente entre dos cuerpos que también son agua. Amor que es amor porque su materia de unión es el agua.