“El final del verano llegó y tú partirás”, cantaba el Dúo Dinámico en los sesenta. Nos suenan esa música y esa letra. Aunque las temperaturas veraniegas según en qué ciudades se prologuen hasta octubre y noviembre, septiembre clausura este estío, tal y como lo concebimos en nuestro país: meses de vacaciones, de viajes y fiestas, de descanso y programas contra la rutina o el estrés. Por lo tanto, fin de muchos romances fugaces en los paseos o en las playa, fin de las olas acariciando los cuerpos, fin de las acampadas durmiendo bajo el cielo claro, fin de los ventiladores y aire acondicionado, cese del dolce far niente. No del todo, claro. Hay quienes viven instalados en esa burbuja de no hacer nada, mientras los demás se conforman con el fin de semana o esperan hasta las vacaciones.
Septiembre inaugura el nuevo curso en centros de trabajo y de enseñanza. Y hasta los decretos del Gobierno. Septiembre vuelve a imponer la prisa entre una tarea y la siguiente, activa muchos planes, interrumpe lo que parecía un eterno buen tiempo. Pero septiembre también llega repleto de secretos, información, celebraciones y vida disponible para jugar a vivirla.