Un 14 de febrero del año 270, Valentín, un sacerdote que casaba en secreto a jóvenes enamorados, fue condenado a muerte por el emperador Claudio II. El gobernante había emitido una ley que prohibía el matrimonio entre los soldados de edades más tempranas, al considerar que serían mejores en su trabajo sin ataduras familiares. Por eso hoy se celebra el día de San Valentín. En este post repasamos cuatro historias de amor, que sucedieron de verdad en cada una de nuestras cuatro ciudades: Madrid, Málaga, Córdoba y Granada.
Amor que va más allá de la vida
Muchos de los matrimonios de antaño se celebraban por conveniencia, sobre todo si tenían que ver con la clase dinástica. A mediados del siglo XVIII el rey Fernando VI dio el sí quiero a Bárbara de Braganza. No fue una unión que se diera por amor y, sin embargo, la convivencia hizo que uno se enamorara del otro. Fernando y Bárbara trajeron con su reinado desarrollo y progreso a España. Crearon empleos e industria y el país fue próspero en cultura, arte y educación. Bárbara murió en 1758 debido a una larga enfermedad, sin tener nunca descendencia. Por este motivo, de Braganza fue enterrada en las Salesas Reales, un edificio del que ella fue promotora. Fernando VI solo le sobrevivió un año más, dicen que debido a que no pudo reponerse a la muerte de Bárbara. Su última voluntad fue ser enterrado junto al amor de su vida, rechazando reposar en El Escorial, junto al resto de su dinastía. Su hermano, Carlos III ordenó la construcción de un sepulcro que diseñó Francesco Sabatini y llevó a cabo Francisco Gutiérrez.
Libertad negra, la historia entre María y Antonio
Cuando los padres de José Enrique Sánchez murieron, este malagueño encontró una historia de la familia que le sorprendió y le conmovió profundamente. En vida sus padres nunca le habían contado sobre su tío abuelo Antonio García Álvarez, “El Chófer”, un anarquista libertario que murió fusilado durante la Guerra Civil. José Enrique encontró un libro-manuscrito de poemas de su tío dedicados a una mujer, María Roa y un sobre de cartas que le había enviado desde la cárcel. Este material había estado guardado durante años en una carpeta en el fondo de un armario, hasta que su sobrino nieto decidió rescatarlas para reconstruir la historia. “Me hiciste caminante en el desierto en compañía de tu amor y tu nobleza”, se puede leer en uno de sus poemas. Antes de morir, Antonio logró sacar este libro de la cárcel y mandárselo a su hermana Mariana. Su último deseo antes de morir era que María Roa, el amor de su vida, pudiera recibir el poemario que le escribió en vida. Gracias al trabajo de investigación de su sobrino nieto descubrieron que ambos tuvieron un hijo cerca del año 39. María nunca recibió su libro de poemas, pero José Enrique Sánchez pudo hacer un documental que plasma su historia de amor.
Los Montesco y Capuleto de Córdoba
Wallada e Ibn Zaydun se enamoraron durante una velada poética. Corrían los primeros años del siglo XI y era popular celebrar reuniones de intelectuales en los que los temas principales eran la política y la poesía. Ya en aquella época los participantes solían improvisar y recitar versos, una práctica muy de moda en la Córdoba de aquella época. Wallada era poeta y princesa, hija de Abderramán Obaidallah Mustafkí y Ibn Zaydun era un poeta muy bien considerado en aquella época. Sin embargo, su amor era como habar de los Capuleto y los Montesco en Romeo y Julieta y tuvieron que guardar su amor en secreto. El idilio no duró mucho, ya que Ibn Abdús, un visir de la corte, se encaprichó de ella y usó su artimañas para que una mujer sedujera a Ibn Zaydun. Wallada nunca se lo perdonó.
Hoy en día se puede visitar en el Campo Santo de los Mártires de Córdoba el monumento de las manos, que rinde homenaje a su amor y tiene grabado un poema de cada uno de ellos en castellano y en árabe.
La búsqueda del verdadero amor
La leyenda de la granadina Elvira Padilla y el napolitano Gaspar de Facco es una de las más conocidas en la ciudad de la Alhambra. Esta muchacha tenía una fuente de mármol blanco y en su casa y junto a ella pasaba muchos ratos, anhelando al amor de su vida. Fue en otra lugar de Granada, en el mercado de Bib-Rambla, donde su mirada se encontró con la de un mercader napolitano. El flechazo fue mutuo y los jóvenes comenzaron una historia llena de cartas de amor. El joven solicitó hablar con su padre, don Luis Padilla y Miota, pero cuando este descubrió las intenciones de Gaspar de Facco, montó en cólera. Los jóvenes solo tenían un objetivo, escaparse y ser felices en Nápoles. Sin embargo, cuando se disponían a alcanzar Motril para coger un barco, las amistades de su padre los pillaron, matándolo a él y llevando a Elvira hasta su casa. La joven pidió como último deseo, antes de recluirse para siempre en el convento de las Comendadoras de Santiago, pasar unas horas junto a la fuente. La famosa fuente está en el palacio de los Córdova y es tradicional que las parejas se prometan su amor allí y depositen flores.