Lo invisible sabe por qué
y yo trato de comprenderlo
pero mi piel va por la poza a oscuras:
el agua desbarata los mosaicos.
Me dijeron que era así la epifanía,
su baño racional de más adentro.
Lo insólito de un cuerpo que se entrega
echándole una mano a tu sintaxis.
Un aroma, la bóveda, un aroma,
escondido en el pliegue de los siglos.
Eso que suena y te imagina,
el vapor y su descarga de reverso.
En lo que se sumerge,
¿no brota un entusiasmo?