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Hay visitas que impactan y emocionan. Dejando una huella en nosotros difícil de borrar. Ya lo decía Juan Ramón Jiménez. “Granada me ha cogido el corazón, estoy como herido, como convaleciente”. Gran parte de su encanto se esconde en el legado que los árabes dejaron en esta ciudad durante el Al Ándalus. El arte nazarí o arte granadino domina los paisajes del que fue el Reino Nazarí de Granada. Y solo un vistazo de este paisaje es suficiente para robar el corazón del que lo mira para toda la vida.

La piedra preciosa del Al Ándalus, el arte granadino

“Por el agua de Granada solo reman los suspiros”, decía Federico García Lorca. Hay que estar preparado para contemplar los rincones que nos regala la ciudad de la Alhambra. Porque posee uno de esos tipos de belleza que nos cogen por dentro. Como un pellizco que conmueve y se queda para no soltarnos nunca jamás. En todo este mosaico de piezas preciosas destaca un velo que da homogeneidad a tanta joya, el arte nazarí. Y entre tantos suspiros, dos son los máximos exponentes que todos deberíamos admirar al menos una vez en la vida. Dos maravillas arquitectónicas consideradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 1984: la Alhambra y el Generalife.

El embrujo del Castillo Rojo

La piedra preciosa del Al Ándalus, el arte granadino

La obra de arte que representa por antonomasia al estilo nazarí es la Alhambra. El Castillo Rojo no solo deja impresionado al visitante por su belleza interior, sino que sorprende su adaptación al paisaje exterior y cómo ha quedado integrado con la naturaleza. Parece que siempre fueron uno: Sierra Nevada y la fortaleza andalusí en las alturas, con el brillo de la ciudad de Granada a sus pies.  

Su embrujo ha sido inspiración de diversos artistas de todos los tiempos y lugares. Y su conservación es testimonio artístico, histórico, cultural y de convivencia entre tres culturas.

La piedra preciosa del Al Ándalus, el arte granadino

Miles de personas de todas las partes del mundo se trasladan a Granada con la ilusión de admirar La Alhambra, que todos los años recibe miles de visitas, siendo el fue el monumento de España más visitado en 2013.

El arte nazarí comienza a definirse en la Alhambra, cálida en sus colores externos y gélida en los azulejos que la conforman internamente de azules turquesas y verdes esmeraldas. Todo un contraste hermoso que no hace sino incrementar su belleza en los detalles que definen a este estilo ornamental: sus arcos peraltados, columnas finas y anilladas, cúpulas de mocárabes, motivos vegetales, inscripciones de poemas árabes…

Los jardines del agua

El Generalife era el refugio de agua y naturaleza al que huían los reyes cuando querían relajarse de sus tareas en palacio. Este antiguo retiro es otra de las piezas más hermosas del mosaico que conforma Granada y también es otra de las representaciones más importantes del arte nazarí, que caracterizó el último periodo del arte hispanomusulmán, la caída de la dinastía nazarí y el final del Ándalus. Aunque se desarrolló entre los siglos XIII y XV, su época de mayor esplendor fue durante el siglo XIV.

Parece que el arte nazarí está hecho especialmente para el disfrute de los sentidos. Su hermosa decoración, la convivencia constante con el agua, la vegetación, la luz y los colores… La sensorialidad y el equilibrio son los mayores protagonistas. Todo esto está presente en los rincones más desetacados del Generalife, el Patio de la Acequia y el Patio de los Cipreses.

Arquitectura que rezuma poesía

La piedra preciosa del Al Ándalus, el arte granadino

Si tuviéramos que poner una imagen a la poesía andalusí, esa sería la de la arquitectura nazarí. Cargada de encanto, casi barroca, repleta de maderas labradas, arcos interiores decorativos y zócalos adornados con cerámica vidriada.

Amor onírico

Te he visto en sueños en mi lecho

y era como si tu brazo mullido fuese mi almohada,

era como si me abrazases y sintieses

el amor y el desvelo que yo siento,

es como si te besase los labios, la nuca,

las mejillas, y lograse mi deseo.

¡Por tu amor!, si no me visitase tu imagen

en sueños, a intervalos, no dormiría más

Al-Mu`tamid

(Portugal, 1040-1095)

Y es que no hay mayor felicidad que la de encontrarse durante unos días en una ciudad tan poblada de belleza.