Madrid da besos de película, historias para un día de San Valentín. No hay nada más cinematográfico que una ciudad poblada de gente. Gente que se mueve constantemente. Que lleva enredadas historias en el cabello. Y se debate entre si llamar o no. O entre si dar el primer paso o esperar. Gente a la que se le eriza el vello. Mientras los impulsos se le instalan en la boca del estómago. Y los anhelos le comienzan a devorar las horas del sueño. Gente a la que, tal vez, un día besaron como si la ciudad fuese a desaparecer tras las llamas.
Madrid es esta ciudad. Volcánica entre las vías del metro. Escenario de fotogramas que ya constituyen parte de nuestro imaginario colectivo. Moradora de personajes que solo existen en el celuloide, pero que algún día nos emocionaron y se mudaron a la parte más cercana de nuestra geografía emocional. Trozos de guiones que nos enseñaron más que algunos pupitres llenos de libros. En el mes de San Valentín, repasamos algunas de estas localizaciones, como homenaje a esos pálpitos que a veces nos regala la vida.
Todas las canciones hablan de mí
“Dicen que tardas en recuperarte la mitad del tiempo que haya durado la relación”. Esto es lo que responde Ramiro cuando le preguntan cómo lleva su ruptura con Andrea. Y es que parece que cuando el desamor llega a tu vida todas las canciones hablan de tu historia, resultando imposible olvidar a quien en su día amamos. En esta película de Jonás Trueba no encontramos los lugares más populares de Madrid, pero sí los recovecos de algunos barrios como ese rincón verde frente a la Almudena donde los protagonistas hablan de lo que compartieron. “Las cartas de amor son ridículas, pero al final los que son ridículos son los que nunca han escrito cartas de amor”.
Los amantes del Círculo Polar
Julio Medem nos lleva de la mano por diferentes paisajes en esta película. Los escenarios gélidos de Laponia se mezclan con el sol y el asfalto de Madrid. Y es justo en esta ciudad donde sucede una de las secuencias más iconográficas del cine español. Otto y Ana, los dos protagonistas de Los amantes del Círculo Polar, están en la Plaza Mayor de Madrid… Solo que sentados en mesas diferentes. A veces solo hace falta mover la cabeza para encontrar lo que buscamos, pero no siempre tenemos ese impulso. “Voy a quedarme aquí todo el tiempo que haga falta. Estoy esperando la casualidad de mi vida, la más grande, y eso que las he tenido de muchas clases. Sí, podría contar mi vida uniendo casualidades”.
Los tejados de Stockholm
“Me he cruzado contigo y me he enamorado. Aquí tienes las llaves de mi casa, úsalas y te vienes a dormir conmigo”. Aunque la trama empieza en un interior, los tejados de Madrid son el techo de la historia entre Aura Garrido y Javier Pereira. Antes hay un paseo en el que reconocemos calles de los alrededores de la Gran Vía. Y justo cuando pensábamos que el guión nos llevaba a lugares comunes, el giro de una historia que sorprende, el duelo entre dos personajes a los que ya creíamos conocer. Y es que el cine, como el amor, no siempre se construye de finales felices.
Por un beso, el cortometraje contra la homofobia
De nuevo un Madrid aéreo, tejados y multitudes de personas corriendo de un lado para otro. ¿No te ha pasado que a veces tienes la esperanza de ver por segunda vez a una persona? Este es el escenario de la historia entre Tomás y Andrea, dos chicos que se cruzan dos veces el mismo día. “¿Qué raro es esto, no? No te conozco de nada y nos hemos cruzado dos veces el mismo día”, dice uno de ellos. “Estaremos destinados”, responde el otro. “¿Destinados a qué?”, “pues destinados a besarnos”.
Sexo fácil, películas tristes
¿No has pensado a veces que tal vez tu vida estuviese escrita por un guionista que va haciendo y deshaciendo a su antojo? La historia entre Marina y Víctor está ambientada en Madrid, solo que está escrita por Pablo, que ha recibido un encargo de escribir una comedia romántica, desde Buenos Aires. “Te quiero invitar a desayunar. No te peines, ¿vale? Ni te duches ni nada, me gustaría verte como eres así por las mañanas”, le dice Víctor por teléfono a Marina. Y es entonces cuando el espectador se pregunta si no tiene la ficción algo de realidad o es más bien la realidad se pasa mejor cuando le añadimos una pizca de ficción