Los sabores que hoy en día forman parte de nosotros lo son por razón de una intensa y apasionante historia de viajes, conquistas, negociaciones, inquinas y juegos de poder que agitaron al viejo continente durante siglos. Fue en Al Ándalus donde supuso la revolución de los sentidos, pasando de una forma de enmascarar malos sabores a la más refinada técnica de sublimación del placer culinario. Os contamos cómo.

Encontramos fascinantes relatos en la travesía por los siglos y países que comprendieron la Ruta de la Seda, también conocida como la Ruta de las Especias, donde tesoros como el coral o las piedras preciosas cegaban de ambición a occidente, que los buscaba y pretendía exportar de países exóticos, situados en nuevos mundos. Desde China a Roma, pasando por India, Persia o Egipto.

Indagando en la historia de una de las especias más dulces, la canela, conocemos el caso de unos portugueses que siguieron un barco asiático en busca de los secretos de esta deliciosa corteza hasta llegar a Ceilán, actual Sri Lanka, país famoso por producir la originaria y la mejor. ¿Qué tenían estas hojas, cortezas, semillas, flores, frutos y granos, que pusieron patas arriba a la civilización occidental, causando guerras y vendiéndose por quilates de plata y hasta de oro?

 

El tesoro sensorial del Al Ándalus

La gastronomía del Al Ándalus también destacaba por ser muy rica en sabores. Parece que, a su llegada a territorio ibérico, la comida les pareció sosa y hasta aburrida a los nuevos pobladores árabes que comenzaron a implantar un menú repleto de todo tipo de manjares, caracterizados por ser deliciosos y estar llenos de sutiles y sorprendentes contrastes. ¿Cómo consiguieron viandas de tantos aromas y sabores distintos?

Nuestros antepasados también añadían todo tipo de especias y plantas aromáticas a sus platos. No solo daban importancia a la carne o al pescado: pusieron protagonismo también en las verduras, que en ocasiones se servían como plato principal, además de acompañar a las legumbres y a las frutas.

También eran originales e innovadores en las elaboraciones:  freían, asaban, cocían y hacían purés, sopas, jarabes, siropes y hasta sorbetes. Al contrario de lo que les pasaba a otras civilizaciones, como la romana, que usaba las especias para disimular el sabor de alimentos en mal estado, los andalusíes solo tenían una intención, destacar los matices y hacer sus platos más atractivos y sabrosos. Estas delicias culinarias son la base de nuestra gastronomía actual.

Los 5 sentidos importan

Al Ándalus también comerciaba con estas especias por el resto de Europa y norte de África, algunas procedían de lejanos mundos, como China o India y otras eran más cercanas, típicas de la cultura árabe, así que también les ayudaban a tener una economía más próspera. Las más populares eran el sutil y codiciado azafrán, el vivaz y agudo cilantro, la dulce y aromática nuez moscada, el omnipresente sésamo o el intenso y explosivo jengibre. Estos condimentos y muchísimos más eran los preciados componentes de una alquimia misteriosa que hacía posible un sabor nuevo y distinto con cada combinación. Quizá por este y por otros muchos capítulos que nos llegan de nuestros antepasados, sabemos con seguridad que esta civilización destacó por el cuidado y mimo de los cinco sentidos, haciendo de cada momento un motivo perfecto para conmemorar la existencia: Esto lo sabemos muy bien en Hammam Al Ándalus.  A través de su refinada cultura, de su espectacular arquitectura y urbanismo, de sus intensos aromas, de sus delicados tejidos, de su exquisita gastronomía… Y cómo no, de la sublime importancia del agua. Con todo, es precisamente de ellos de quien hemos heredado también el ensalzamiento de la cotidianeidad, la importancia de las cosas pequeñas de la vida. Porque todo momento es bueno para celebrar la existencia.

 

 

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